El
papa argentino advirtió días pasados la dificultad que encuentra en reformar la
estructura oligárquica de la Iglesia Católica denominada “curia”, un grupo de
prebostes entrados en años que son el anti testimonio evangélico por
antonomasia. La aseveración también indicó al culpable: el “lobby gay”.
"En
la curia hay gente santa, de verdad, hay gente santa. Pero también hay una
corriente de corrupción, también la hay, es verdad. Se habla del 'lobby gay', y
es verdad, está ahí hay que ver qué podemos hacer” (1)
La
prensa especializada habla de un “sistema de chantajes internos basados en
debilidades sexuales”, de orgías donde participan altos prelados, de “conductas
inapropiadas”. La llaman “mafia lavanda”.
El
“poder homosexual” dentro del vaticano vendría a ser una especie de grupo de
presión que planifica las políticas vaticanas y se opondría a cualquier
reforma. Muchos de sus integrantes estarían siendo investigados por la justicia
italiana.
La
primera pregunta que cabe plantear es: ¿se los investiga por ser homosexuales,
o por la crónica corrupción dentro de la institución vaticana?
El
mensaje maniqueo de Bergoglio dejaría ver que la “corrupción homosexual” sería
peor que la cometida por personas heterosexuales. No hay que estar muy lúcido
para caer en la cuenta que no hay corrupción buena ni mala, de derecha o de
izquierda, hetero u homosexual. Hay corrupción, a secas. Tener relaciones
sexuales con menores, chantajear, y traficar influencias, pueden ser figuras penales donde
el género de sus autores no agrava ni atenúa los delitos.
La
paradoja de todo esto es que lo que hasta hace seis meses atrás eran “ataques”
a la iglesia de parte de sus enemigos y oponentes, hoy se ha blanqueado sin
tapujos: ¡En el Vaticano hay corrupción! Vaya novedad.
Más
allá de lo obvio, lo reprochable es una nueva demonización del colectivo gay
llevada a cabo por el nuevo pontífice, el papa demagogo.
Su
advertencia permite reflexionar brevemente acerca del “problema” de la
homosexualidad en la Iglesia Católica en dos planos: uno, el ejercicio de la
sexualidad del clero católico; otro, la sistemática política de discriminación
y violencia de género que la institución religiosa lleva a cabo contra la
comunidad gay.
Homosexuales en la Iglesia
Católica
Sostener
que la homosexualidad siempre existió en la Iglesia Católica, sea en el clero o
entre los laicos, es un pleonasmo.
El
problema se relaciona directamente con lo que llamamos la “cuestión sexual” dentro
de la institución eclesiástica, que tiene numerosas derivaciones, todas
tratadas por la jerarquía episcopal de modo malsano y dañino.
Algunos
ejemplos son el celibato y continencia sexual exigidas a los sacerdotes; la
discriminación institucional hacia los curas casados, tratados como “traidores”
por el Código de Derecho Canónico; el daño patrimonial a terceros, como el que
sufren mujeres e hijos de sacerdotes que, siguiendo en la institución, se los mantiene
en la clandestinidad; la doble vida de los curas, avalada por los obispos para
que no se vayan de la iglesia (recuérdese al ex jefe de Cáritas Argentina, el
obispo Bargalló, quien fue descubierto vacacionando en el Caribe con su novia);
la plaga de abusos sexuales, no detenida aún, respecto a la cual se
introdujeron reformas que no pasan de un maquillaje hipócrita, ya advertido por
las organizaciones defensoras de víctimas del clero delincuente.
En
aquel contexto está inmerso el “problema” de la homosexualidad, y junto a él la
represión institucional impuesta a seminaristas, curas y obispos para poder
ejercer el ministerio sacerdotal, y la purga llevada a cabo en los seminarios a
los candidatos que presentan tendencias homosexuales, auténtica “caza de
brujas” disfrazada de pruebas periciales.
Pepe
Rodríguez fue quien investigó cómo ejercen su sexualidad los sacerdotes
católicos. “Según nuestro estudio, estimamos que, entre los sacerdotes en
activo, un 95% de ellos se masturba, un 60% mantiene relaciones sexuales, un
26% soba a menores, un 20% realiza prácticas de carácter homosexual, un 12% es
exclusivamente homosexual y un 7% comete abusos sexuales graves con menores” (2)
La
encuesta que oportunamente llevó a cabo sobre una muestra de 354 curas
españoles en activo, complementó aquellos datos “donde se dibuja el perfil de
las preferencias sexuales del clero analizado, con el siguiente resultado: el
53% mantiene relaciones sexuales con mujeres adultas, el 21% lo hace con
varones adultos, el 14% con menores varones, y el 12% con menores mujeres. Se
observa, por tanto, que un 74% se relaciona sexualmente con adultos, mientras
que el 26% restante lo hace con menores; y que domina la práctica heterosexual
en el 65% de los casos, frente al 35% que muestra una orientación homosexual” (3)
Más
allá de la lógica actualización que debiera sufrir la encuesta, es un buen
parámetro que confirma la práctica homosexual en el clero católico. Nada nuevo
hay en esta materia. Históricamente ha sido así hasta en el cargo más alto. Fue
Eric Fratini quien elaboró una lista con más de 20 papas homosexuales (4)
Para
la oligarquía episcopal, que el clero gay manifieste su sexualidad significa
que incurren en “conductas inapropiadas”, por supuesto, mientras no salgan a la
luz pública. Recuérdese lo que sucedió en Argentina con el obispo Maccarone y
su novio remisero.
La
descomunal hipocresía institucional, sumada a la tradicional doble moral, surgen
en todo su esplendor cuando se trata de reflexionar sobre la homosexualidad del
clero.
No
ven ningún tipo de “conducta inapropiada” en darle la comunión a genocidas, o
en avalar el robo de niños en dictaduras militares porque aquellos sí que son
“buenos cristianos”, pero no les tiembla el pulso a la hora de demonizar a la
comunidad gay.
Esta
primera lectura del mensaje de Bergoglio se complementa con una segunda, tanto
o más grave que la primera. Hablamos de la sistemática política discriminatoria
vaticana hacia la comunidad homosexual. Utilizando una frase muy común en
nuestra cultura contemporánea, la Santa Sede no se caracteriza ni en su
política, ni en su ideología, como tampoco en sus documentos por ser “gay
friendly”. Demos algunos ejemplos.
El Derecho internacional: en
contra de la despenalización de la homosexualidad
En
este escenario, se destaca la oposición que en 2008 la Santa Sede llevó a cabo
para despenalizar la homosexualidad a nivel mundial, tratando de impedir que se
sancionase la “Declaración sobre orientación sexual e identidad de género”,
iniciativa presentada en la ONU por Francia.
El
artículo 2 de aquella Declaración hace extensivos al colectivo homosexual los
derechos contenidos en el artículo 2 de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, el artículo 2 de los Pactos Internacionales de Derechos
Civiles y Políticos, y de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, así como
el artículo 26 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
Esta
vergonzosa posición es coherente con su política de no adherir a la mayoría de
tratados internacionales sobre derechos humanos. Ninguno de los mencionados
precedentemente fue firmado por la iglesia.
Por
supuesto, no faltó el acto hipócrita de turno cuando se sostuvo que “la Santa
Sede sigue abogando para que todo signo de discriminación injusta hacia las
personas homosexuales se eviten e insta a los Estados para acabar con las
sanciones penales contra ellos” (5)
Documentos internos: “Eres un
torcido, pero te queremos”
“Es
de deplorar con firmeza que las personas homosexuales hayan sido y sean todavía
objeto de expresiones malévolas y de acciones violentas. Tales comportamientos
merecen la condena de los pastores de la Iglesia, dondequiera que se verifiquen”.
El
párrafo farsante que transcribimos, figura en la “Carta sobre la atención
pastoral a las personas homosexuales”, del 1 de octubre de 1986, elaborada por
la inquisición moderna llamada Congregación para la Doctrina de la Fe.
Fue
colocada dentro de un texto donde pueden leerse cosas como estas: “Optar por
una actividad sexual con una persona del mismo sexo equivale a anular el rico
simbolismo y el significado, para no hablar de los fines, del designio del
Creador en relación con la realidad sexual. La actividad homosexual no expresa
una unión complementaria, capaz de transmitir la vida, y por lo tanto
contradice la vocación a una existencia vivida en esa forma de auto-donación
que, según el Evangelio, es la esencia misma de la vida cristiana. Esto no
significa que las personas homosexuales no sean a menudo generosas y no se
donen a sí mismas, pero cuando se empeñan en una actividad homosexual refuerzan
dentro de ellas una inclinación sexual desordenada, en sí misma caracterizada por
la auto-complacencia” (N° 7).
“Sin
embargo, la justa reacción a las injusticias cometidas contra las personas
homosexuales de ningún modo puede llevar a la afirmación de que la condición
homosexual no sea desordenada. Cuando tal afirmación es acogida y, por
consiguiente, la actividad homosexual es aceptada como buena, o también cuando
se introduce una legislación civil para proteger un comportamiento al cual
ninguno puede reivindicar derecho alguno, ni la Iglesia, ni la sociedad en su
conjunto deberían luego sorprenderse si también ganan terreno otras opiniones y
prácticas torcidas y si aumentan los comportamientos irracionales y violentos”
(N° 10).
Otro
documento, denominado “Consideraciones acerca de los Proyectos de
Reconocimiento Legal de las Uniones entre Personas Homosexuales”, del 3 de
junio de 2003 fue la respuesta del integrismo que gobierna la iglesia hacia
aquellos países donde existían proyectos de ley para legalizar el matrimonio
igualitario, afortunadamente, en franco crecimiento.
Mientras
que la “Instrucción sobre los Criterios de Discernimiento en Relación con las
Personas de Tendencias Homosexuales antes de su Admisión al Seminario y a las
Órdenes Sagradas”, de la Congregación para la Educación Católica, del 4 de
noviembre de 2005 fue forzada por la crisis de los abusos sexuales.
En
la práctica, implica una “caza de brujas” destinada a “detectar” candidatos a
sacerdotes con tendencias homosexuales mediante prácticas periciales cuyos
resultados no se notifican íntegramente ni al interesado ni a sus padres. El
núcleo de la pericia sólo está reservado al director espiritual y al formador
del seminarista, violando así su conciencia e intimidad.
Como
sostuvo Maite García Romero: ¿la Santa Sede está diciendo con esto que los
curas heterosexuales son los buenos y los homosexuales los malos? ¿Es eso lo
que quieren dar a entender? (6)
La
ideología homofóbica que nutre los documentos surge del catecismo católico (N° 2357
al 2359), que confirma el “desorden” de los actos homosexuales por ser
contrarios a la ley natural de su dios, por no proceder de una verdadera
complementariedad afectiva y sexual.
A
renglón seguido, se llama a los homosexuales a la castidad y a que el rebaño
hetero los acoja “con respeto, compasión y delicadeza”, actitudes poco comunes si
se tiene en cuenta que la militancia católica no es muy afecta a la
misericordia. La sola lectura de los comentarios que los creyentes suben a los
foros virtuales es prueba suficiente.
Declaraciones: la “amenaza
gay” según Ratzinger
No
sólo hay políticas y documentos contra los homosexuales, también discursos y
declaraciones. Como las de Benedicto XVI, quien en diciembre de 2008, pocos
días después de que el Vaticano rechazara la despenalización de la
homosexualidad a nivel mundial, colocó a la homosexualidad al mismo nivel que
el cambio climático, tildándola de “amenaza”: “"Si las selvas tropicales
merecen nuestra protección, el hombre (...) la merece mucho más", agregó. El Papa defendió "una ecología del hombre" así como el matrimonio tradicional contra cualquier otra forma
de unión, en particular las gay” (7)
Los
breves hechos y datos mencionados podrían completarse con otros: desde la
prohibición para ejercer el ministerio al cura brasileño Luiz Couto, por
defender el uso de preservativos y a los homosexuales, pasando por considerar a
la homosexualidad como una enfermedad “curable”, hasta las críticas de
Ratzinger a las leyes británicas de igualdad.
El
“demonio” gay sigue estando presente en los documentos, en la política y, sobre
todo, en el discurso eclesiástico lo que implica, además, una profunda
contradicción dado el alto número de homosexuales que integran la institución.
¿Cambiará Bergoglio?
El
hasta ahora papa demagogo ha transcurrido 100 días de gobierno y, a priori,
abrió el paraguas para mentalizar al rebaño respecto a lo difícil que es
cambiar las estructuras vaticanas. Expresamente dejó en claro que es una
persona muy desorganizada para reformarlas y que por esa razón había nombrado
una comisión encargada al efecto.
Por
ahora, el objetivo prioritario es sacar a la iglesia del “ojo de la tormenta”
compuesto por un mix explosivo: abusos sexuales a niños y jóvenes, corrupción
financiera, e internas de poder entre las sotanas, filtración de documentos
mediante. Hasta ahora lo está logrando, blanqueando el sepulcro, pero al costo
de infantilizar a la opinión pública con sus gestos demagogos.
Bergoglio
no viene de la línea progresista, aunque finja serlo. Militó contra varias
leyes laicas en nuestro país, amenazando con signos apocalípticos, sólo
existentes en el imaginario de un integrismo cada vez más fanatizado.
El
clima de reformas anunciado con bombos y platillos por el aparato
propagandístico vaticano lo obliga a desandar un largo camino de discriminación
por razones de género construido por la institución que preside, y por no pocos
de sus integrantes. Sobre todo, le exige no seguir demonizando a la comunidad
gay. En definitiva, el desafío del papa argentino será extender a aquella lo
que declara la biblia católica: que los hombres han sido creados a imagen y
semejanza de Dios.
¿O
las sagradas escrituras son sólo para heterosexuales?
Notas
(2) La vida sexual del clero, Buenos Aires,
Ediciones B, 2002, p.27
(3) Op. cit. p. 28.
(4) Los papas y el sexo, Montevideo, Espasa,
2010, p. 303.
(5) Declaración del representante del
Vaticano, Celestino Migliore.
(6) “Purga vaticana de seminaristas gays”, en
www.laicismo.org/detalle.php?pk=8103
(7) “El papa atacó a los homosexuales en su
discurso de fin de año”, en www.clarin.com/diario/2008/12/23/um/m-01827788.htm