Dos
hechos relevantes en materia de abusos sexuales del clero católico han sucedido
en estos días. El primero, tiene que ver con el estreno del film Spotlight, que narra el trabajo de
investigación que periodistas del periódico Boston Globe llevaron a cabo para
descubrir la red de encubrimiento clerical respecto a miles de abusos sexuales.
El
segundo, tiene que ver con la visita del papa Francisco a México que, como todo
viaje al exterior de un monarca católico, se lo barniza con un color religioso,
apostólico, pero que tiene motivaciones y objetivos políticos, sociales y
económicos bien determinados.
El
problema en México tiene aristas especiales. Es que en ese país vivió el
megalómano y delincuente llamado Marcial Maciel Degollado, fundador de la
asociación seglar Regnum Christi y de la secta Legionarios de
Cristo (eufemísticamente llamada “Millonarios de Cristo”, por su voracidad por
el dinero), un sinvergüenza que no sólo abusaba de seminaristas sino de sus
propios hijos, a quienes también drogaba. Su protector (y encubridor), fue Juan
Pablo II.
La
doble vida del cura salió a la luz luego de su muerte, cuando sus herederos
reclamaron la herencia. Que los curas tengan doble vida es un fenómeno de vieja
data en el catolicismo romano, donde no pocos obispos les dan el guiño con tal que
no abandonen la institución y no haya escándalo. Mantener pareja e hijos en la
clandestinidad es moneda corriente, no importando la orientación sexual del
cura.
La
otra arista es la del cardenal Norberto Rivera Carrera, una “eminencia” en
encubrir a curas abusadores de su país. Uno de los casos más relevantes fue el
del sacerdote Nicolás Aguilar a quien – con la complicidad del arzobispo de Los
Ángeles Roger Mahony – se lo protegió para que no rindiera cuentas ante la
justicia mexicana. Las víctimas de este abusador fueron 26. El cardenal fue
íntimo amigo de Maciel.
No
debe llamar a engaño la época en que el azote de los abusos sexuales tomó
estado público. Forma parte del ADN del clero católico romano, y su
encubrimiento, el sistema que impregna la institución. Que se haya conocido con
impulso a partir del año 2000, como lo narra la película, no significa que no
existiera desde tiempos pretéritos.
Desde
el obispo Atenágoras (177) y los concilios de Elvira (305) y Ancira (314),
pasando por los libros Penitenciales (como el del arzobispo Egberto del siglo
VIII, luego atribuido a Beda, el Venerable) y el Liber Gomorrhianus, escrito por Pedro Damián en 1051, hasta el
Decreto de Graciano publicado en 1140, y la bula Horrendum del papa Pío V en 1568, puede observarse la vasta extensión
y profundidad del problema. El propio Dante Alighieri hizo referencia a la
cuestión en La Divina Comedia.
Al
histórico flagelo se le sumó un agravante: el modo de solucionarlo. La
institución fue más exigente cuando comenzaron a surgir los delitos, mientras
que con el devenir del tiempo el secretismo y ocultamiento fueron la política
para enfrentarlo. El iniciador de este nefasto comportamiento fue José de Calasanz,
fundador de los Escolapios.
Secretismo,
ocultamiento y silencio, son los ejes sobre los que funciona la institución en
la materia y sus consecuencias no son otras que el abuso de poder, la
denegación de justicia a las víctimas y un accionar ilegal, contrario al
derecho internacional de los derechos humanos.
1. Spotlight, o cómo un
medio de comunicación enfrenta al demonio clerical
Aquellas
variables son las que el film muestra y todas responden al modus operandi que la Iglesia Católica sigue aplicando como si
fuese un decálogo, en palabras del
psicólogo español Pepe Rodríguez.
Entre
las etapas del accionar delictivo de la institución señaladas por el autor se
destacan el inicio de acciones
disuasivas con el agresor y la víctima; el encubrimiento del agresor y de los
hechos antes de que afloren; la toma de medidas para reforzar el ocultamiento; la
negación de los hechos cuando se hacen públicos; la defensa pública del agresor
sexual y atribución de méritos; la descalificación pública de la víctima y de
su entorno; la atribución paranoide de las acusaciones a campañas orquestadas
por “enemigos de la Iglesia”; la protección del abusador sexual.
Aquellas
etapas se desarrollan dentro del marco normativo eclesiástico, contrario al
derecho internacional, cuyas características son la orden a las víctimas de
guardar silencio; investigaciones marcadas por el secreto pontificio, dispuesto
premeditadamente por sus propias normas; la privación a las víctimas de
participar en los procedimientos de investigación; impunidad de la situación y
trato vejatorio hacia aquellas.
No
hay una sola garantía para las víctimas. Mientras se desarrolla el
procedimiento canónico, perfectamente pueden seguir violando niños, niñas y
jóvenes.
2. Las medidas de
Francisco: reforzar la omertá clerical
El
flagelo que la película muestra tan claramente continúa con la misma
intensidad, a pesar de las medidas que el papa argentino ha tomado para reducirlo.
Pero en este campo, como en los numerosos frentes de corrupción que tiene, los
resultados son paupérrimos. Podría decirse que sus medidas han reforzado los códigos
mafiosos de la institución.
El
fingimiento no ha estado ausente: misas, encuentros con las víctimas
(cuidadosamente seleccionadas para que no hayan sorpresas), vacíos e hipócritas
pedidos de perdón, declaraciones sentimentaloides, son lágrimas de cocodrilo que
lo único que producen es la revictimización y manipulación de las personas
dañadas.
Las
medidas de Bergoglio pasan, en primer lugar, por la creación de la Comisión
Pontificia para la Tutela de Menores integrada por sacerdotes, teólogos,
psiquiatras, abogados, donde se destaca la presencia de dos víctimas de abuso
sexual: Marie Collins y Peter Saunders.
Esta
comisión ya tuvo una crisis cuando el mencionado Saunders increpó al cardenal
Pell calificándolo de sociópata y acusándolo de estar jugando con la misma.
Como no podía ser de otro modo, fue separado días pasados como consecuencia de
sus críticas respecto a la lentitud en el funcionamiento de la comisión, sus
escasas respuestas al problema y porque intentó que una víctima del sacerdote
chileno Fernando Karadima, abusador contumaz, expusiera ante ella. La
obsecuencia y servilismo que imperan en cualquier organismo católico son
enemigos de la crítica y la libertad de expresión. El desorden narcisista,
prevalece.
La
comisión que es sólo consultiva, sin ningún tipo de poder dentro del Vaticano, es
una pantalla. Quieren demostrar que hay preocupación y acciones concretas, pero
en la práctica cumple el mismo código mafioso de la institución religiosa,
haciendo realidad una frase atribuida a Juan Domingo Perón, referente político
de Bergoglio, quien decía: “Si quieres
que algo no funcione, crea una comisión”.
Mientras
tanto, el encubrimiento de abusadores y la denegación de justicia siguen
intactos.
En
segundo lugar, creó en 2015 un Tribunal para juzgar obispos que no hubieren
escuchado a las víctimas - o bien sus familias, o cualquier persona que tenga
noticias de la supuesta negligencia –, de modo que puede presentarse una denuncia
a través de la Congregación de los Obispos, la Congregación para la
Evangelización de los Pueblos, o la Congregación de las Iglesias Orientales. Una
vez estudiada la denuncia (de modo secreto,
anulando la participación de los denunciantes), se remite directamente
al Vaticano, a la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Pero
eso es una trampa perversa. Cualquier obispo que sea llevado a ese organismo dirá
que fue la propia Congregación para la Doctrina de la Fe la que, oportunamente,
¡le dio las instrucciones para proteger a los curas pederastas!
Es un grosero
engaño a las víctimas, propio de mentes facinerosas.
3. Señales que refuerzan el statu quo
Si
las medidas comentadas profundizan el encubrimiento institucional de los
abusadores, el propio papa se ha encargado de enviar señales que no hacen otra
cosa que consolidarlo.
Hablamos
no sólo del aval a cardenales señalados como encubridores – y que formaron la
“sucia docena” que participó del cónclave que eligió a Francisco – para formar
parte de organismos vaticanos (Sean O'Malley, Oscar Rodríguez Madariaga, George Pell, por ejemplo), sino
del nombramiento del sacerdote Juan Barros como obispo de Osorno, acusado
de encubrir decenas de abusos sexuales, entre ellos, los llevados a cabo por el
mencionado pederasta Fernando Karadima. Ante las duras quejas de los católicos
de Osorno, dijo el papa: “Piensen con la
cabeza y no se dejen llevar por acusaciones infundadas de los zurdos”, y
mantuvo el nombramiento.
No
menos bochornosa fue la salida en secreto de República Dominicana del nuncio
vaticano Jozef Wesolowski, abusador de menores quien – oficialmente -, murió
antes de que fuera enjuiciado por sus delitos, no por un tribunal imparcial
sino en el Vaticano. Este delincuente, estaba protegido dentro de los muros
vaticanos para que no rindiera cuentas ante las autoridades del país caribeño.
Y
si hablamos del film Spotlight hay que decir que el responsable clerical de
iniciar las investigaciones del periódico – cardenal Bernard Law – también fue
sacado de Boston en secreto.
Juan
Pablo II lo premió nombrándolo Arcipreste de la basílica romana de Santa María
la Mayor. Apenas fue nombrado papa, y al visitar dicho templo, dicen que Francisco
divisó a Law y - supuestamente - comentó a los que le acompañaban: "No quiero que frecuente esta Basílica".
Han
pasado casi tres años del episodio y no hay ningún indicio de que Francisco
ponga a Law a disposición de las autoridades norteamericanas – que aún lo
reclaman - por casi 1.000 casos de encubrimiento de abusos sexuales de niños y
ocultamiento de información.
Finalmente,
las afirmaciones del obispo Anatrella, consultor del Pontificio Consejo para la
Familia y del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios, dejan
en claro la atmósfera delincuencial que se respira en la materia.
En
un documento interno sostuvo que “no es
necesariamente el deber del obispo denunciar sospechosos a las autoridades, la
policía o los fiscales en el mundo en el que toman conocimiento de estos
delitos o hechos pecaminosos”, sino que corresponden a la víctima o su
familia. Parece que el prelado tuvo un súbito ataque de amnesia y olvidó lo que
su ley moral y el catecismo le obligan en los nros. 1950, 1954, 1955 y
siguientes.
Sus
palabras recuerdan la carta que el preboste y cardenal Darío Castrillón Hoyos
le escribió en 2001 Pierre Pican, obispo de Bayeux, a quien dijo: "Lo felicito por no haber denunciado a un
sacerdote a la administración civil. Lo has hecho bien y estoy encantado de
tener un compañero en el episcopado que, a los ojos de la historia y de todos
los obispos del mundo, ha preferido la cárcel antes que denunciar a su
hijo-sacerdote".
4. Iglesia Católica:
experta en tratos inhumanos y degradantes
Cien
mil casos en Estados Unidos, según estimaciones de la organización SNAP (Survivors Network of those Abused by Priests);
treinta y cinco mil en Irlanda entre 1930-2000, de acuerdo a los informes Ryan
y Murphy, que además destacaron la connivencia entre la jerarquía eclesiástica,
las autoridades del Estado, entre ellas la propia policía y la Fiscalía (mismo
método que puede verse en Spotlight), son sólo dos ejemplos del alcance que
tiene este nuevo genocidio llevado a cabo por la Iglesia Católica.
Argentina
no es la excepción. Decenas de víctimas han presentado reclamos en diversos
obispados y en ninguno de ellos se les ha garantizado el libre acceso a las
actuaciones, el derecho a la información y la defensa en juicio. Y en el caso
donde hubo respuesta del Vaticano, donde está involucrado un cura que un
obispado del litoral argentino escondió una vez que tomó estado público la
situación, la misma es tan arbitraria y absurda que no hizo otra cosa que
confirmar el accionar ilegal de la institución y sus autoridades.
No
en vano, el Comité contra la Tortura de Naciones Unidas en 2014 determinó que
el Vaticano había violado la Convención contra la tortura y otros tratos o
penas crueles, inhumanas o degradantes, en los casos en que podía haber
impedido abusos sexuales y no lo hizo.
Una
nueva condecoración a nivel mundial en su largo historial de crímenes.
Abog. Carlos
Lombardi
Asesor de la Red
de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico de Argentina