domingo, 14 de febrero de 2016

SPOTLIGHT Y LA OMERTÁ CLERICAL

Dos hechos relevantes en materia de abusos sexuales del clero católico han sucedido en estos días. El primero, tiene que ver con el estreno del film Spotlight, que narra el trabajo de investigación que periodistas del periódico Boston Globe llevaron a cabo para descubrir la red de encubrimiento clerical respecto a miles de abusos sexuales.
El segundo, tiene que ver con la visita del papa Francisco a México que, como todo viaje al exterior de un monarca católico, se lo barniza con un color religioso, apostólico, pero que tiene motivaciones y objetivos políticos, sociales y económicos bien determinados.
El problema en México tiene aristas especiales. Es que en ese país vivió el megalómano y delincuente llamado Marcial Maciel Degollado, fundador de la asociación seglar Regnum Christi y de la secta Legionarios de Cristo (eufemísticamente llamada “Millonarios de Cristo”, por su voracidad por el dinero), un sinvergüenza que no sólo abusaba de seminaristas sino de sus propios hijos, a quienes también drogaba. Su protector (y encubridor), fue Juan Pablo II.
La doble vida del cura salió a la luz luego de su muerte, cuando sus herederos reclamaron la herencia. Que los curas tengan doble vida es un fenómeno de vieja data en el catolicismo romano, donde no pocos obispos les dan el guiño con tal que no abandonen la institución y no haya escándalo. Mantener pareja e hijos en la clandestinidad es moneda corriente, no importando la orientación sexual del cura.
La otra arista es la del cardenal Norberto Rivera Carrera, una “eminencia” en encubrir a curas abusadores de su país. Uno de los casos más relevantes fue el del sacerdote Nicolás Aguilar a quien – con la complicidad del arzobispo de Los Ángeles Roger Mahony – se lo protegió para que no rindiera cuentas ante la justicia mexicana. Las víctimas de este abusador fueron 26. El cardenal fue íntimo amigo de Maciel.
No debe llamar a engaño la época en que el azote de los abusos sexuales tomó estado público. Forma parte del ADN del clero católico romano, y su encubrimiento, el sistema que impregna la institución. Que se haya conocido con impulso a partir del año 2000, como lo narra la película, no significa que no existiera desde tiempos pretéritos.
Desde el obispo Atenágoras (177) y los concilios de Elvira (305) y Ancira (314), pasando por los libros Penitenciales (como el del arzobispo Egberto del siglo VIII, luego atribuido a Beda, el Venerable) y el Liber Gomorrhianus, escrito por Pedro Damián en 1051, hasta el Decreto de Graciano publicado en 1140, y la bula Horrendum del papa Pío V en 1568, puede observarse la vasta extensión y profundidad del problema. El propio Dante Alighieri hizo referencia a la cuestión en La Divina Comedia   
Al histórico flagelo se le sumó un agravante: el modo de solucionarlo. La institución fue más exigente cuando comenzaron a surgir los delitos, mientras que con el devenir del tiempo el secretismo y ocultamiento fueron la política para enfrentarlo. El iniciador de este nefasto comportamiento fue José de Calasanz, fundador de los Escolapios.                
Secretismo, ocultamiento y silencio, son los ejes sobre los que funciona la institución en la materia y sus consecuencias no son otras que el abuso de poder, la denegación de justicia a las víctimas y un accionar ilegal, contrario al derecho internacional de los derechos humanos.
1. Spotlight, o cómo un medio de comunicación enfrenta al demonio clerical
Aquellas variables son las que el film muestra y todas responden al modus operandi que la Iglesia Católica sigue aplicando como si fuese un decálogo, en palabras del psicólogo español Pepe Rodríguez.
Entre las etapas del accionar delictivo de la institución señaladas por el autor se destacan el  inicio de acciones disuasivas con el agresor y la víctima; el encubrimiento del agresor y de los hechos antes de que afloren; la toma de medidas para reforzar el ocultamiento; la negación de los hechos cuando se hacen públicos; la defensa pública del agresor sexual y atribución de méritos; la descalificación pública de la víctima y de su entorno; la atribución paranoide de las acusaciones a campañas orquestadas por “enemigos de la Iglesia”; la protección del abusador sexual.
Aquellas etapas se desarrollan dentro del marco normativo eclesiástico, contrario al derecho internacional, cuyas características son la orden a las víctimas de guardar silencio; investigaciones marcadas por el secreto pontificio, dispuesto premeditadamente por sus propias normas; la privación a las víctimas de participar en los procedimientos de investigación; impunidad de la situación y trato vejatorio hacia aquellas.
No hay una sola garantía para las víctimas. Mientras se desarrolla el procedimiento canónico, perfectamente pueden seguir violando niños, niñas y jóvenes.
2. Las medidas de Francisco: reforzar la omertá clerical
El flagelo que la película muestra tan claramente continúa con la misma intensidad, a pesar de las medidas que el papa argentino ha tomado para reducirlo. Pero en este campo, como en los numerosos frentes de corrupción que tiene, los resultados son paupérrimos. Podría decirse que sus medidas han reforzado los códigos mafiosos de la institución.
El fingimiento no ha estado ausente: misas, encuentros con las víctimas (cuidadosamente seleccionadas para que no hayan sorpresas), vacíos e hipócritas pedidos de perdón, declaraciones sentimentaloides, son lágrimas de cocodrilo que lo único que producen es la revictimización y manipulación de las personas dañadas.
Las medidas de Bergoglio pasan, en primer lugar, por la creación de la Comisión Pontificia para la Tutela de Menores integrada por sacerdotes, teólogos, psiquiatras, abogados, donde se destaca la presencia de dos víctimas de abuso sexual: Marie Collins y Peter Saunders.
Esta comisión ya tuvo una crisis cuando el mencionado Saunders increpó al cardenal Pell calificándolo de sociópata y acusándolo de estar jugando con la misma. Como no podía ser de otro modo, fue separado días pasados como consecuencia de sus críticas respecto a la lentitud en el funcionamiento de la comisión, sus escasas respuestas al problema y porque intentó que una víctima del sacerdote chileno Fernando Karadima, abusador contumaz, expusiera ante ella. La obsecuencia y servilismo que imperan en cualquier organismo católico son enemigos de la crítica y la libertad de expresión. El desorden narcisista, prevalece.
La comisión que es sólo consultiva, sin ningún tipo de poder dentro del Vaticano, es una pantalla. Quieren demostrar que hay preocupación y acciones concretas, pero en la práctica cumple el mismo código mafioso de la institución religiosa, haciendo realidad una frase atribuida a Juan Domingo Perón, referente político de Bergoglio, quien decía: “Si quieres que algo no funcione, crea una comisión”.
Mientras tanto, el encubrimiento de abusadores y la denegación de justicia siguen intactos.
En segundo lugar, creó en 2015 un Tribunal para juzgar obispos que no hubieren escuchado a las víctimas - o bien sus familias, o cualquier persona que tenga noticias de la supuesta negligencia –, de modo que puede presentarse una denuncia a través de la Congregación de los Obispos, la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, o la Congregación de las Iglesias Orientales. Una vez estudiada la denuncia (de modo secreto,  anulando la participación de los denunciantes), se remite directamente al Vaticano, a la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Pero eso es una trampa perversa. Cualquier obispo que sea llevado a ese organismo dirá que fue la propia Congregación para la Doctrina de la Fe la que, oportunamente, ¡le dio las instrucciones para proteger a los curas pederastas!
Es un grosero engaño a las víctimas, propio de mentes facinerosas.  
3. Señales que refuerzan el statu quo  
Si las medidas comentadas profundizan el encubrimiento institucional de los abusadores, el propio papa se ha encargado de enviar señales que no hacen otra cosa que consolidarlo.  
Hablamos no sólo del aval a cardenales señalados como encubridores – y que formaron la “sucia docena” que participó del cónclave que eligió a Francisco – para formar parte de organismos vaticanos (Sean O'Malley, Oscar Rodríguez Madariaga, George Pell, por ejemplo), sino del nombramiento del sacerdote Juan Barros como obispo de Osorno, acusado de encubrir decenas de abusos sexuales, entre ellos, los llevados a cabo por el mencionado pederasta Fernando Karadima. Ante las duras quejas de los católicos de Osorno, dijo el papa: “Piensen con la cabeza y no se dejen llevar por acusaciones infundadas de los zurdos”, y mantuvo el nombramiento.
No menos bochornosa fue la salida en secreto de República Dominicana del nuncio vaticano Jozef Wesolowski, abusador de menores quien – oficialmente -, murió antes de que fuera enjuiciado por sus delitos, no por un tribunal imparcial sino en el Vaticano. Este delincuente, estaba protegido dentro de los muros vaticanos para que no rindiera cuentas ante las autoridades del país caribeño.
Y si hablamos del film Spotlight hay que decir que el responsable clerical de iniciar las investigaciones del periódico – cardenal Bernard Law – también fue sacado de Boston en secreto.
Juan Pablo II lo premió nombrándolo Arcipreste de la basílica romana de Santa María la Mayor. Apenas fue nombrado papa, y al visitar dicho templo, dicen que Francisco divisó a Law y - supuestamente - comentó a los que le acompañaban: "No quiero que frecuente esta Basílica".    
Han pasado casi tres años del episodio y no hay ningún indicio de que Francisco ponga a Law a disposición de las autoridades norteamericanas – que aún lo reclaman - por casi 1.000 casos de encubrimiento de abusos sexuales de niños y ocultamiento de información.
Finalmente, las afirmaciones del obispo Anatrella, consultor del Pontificio Consejo para la Familia y del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios, dejan en claro la atmósfera delincuencial que se respira en la materia.
En un documento interno sostuvo que “no es necesariamente el deber del obispo denunciar sospechosos a las autoridades, la policía o los fiscales en el mundo en el que toman conocimiento de estos delitos o hechos pecaminosos”, sino que corresponden a la víctima o su familia. Parece que el prelado tuvo un súbito ataque de amnesia y olvidó lo que su ley moral y el catecismo le obligan en los nros. 1950, 1954, 1955 y siguientes.
Sus palabras recuerdan la carta que el preboste y cardenal Darío Castrillón Hoyos le escribió en 2001 Pierre Pican, obispo de Bayeux, a quien dijo: "Lo felicito por no haber denunciado a un sacerdote a la administración civil. Lo has hecho bien y estoy encantado de tener un compañero en el episcopado que, a los ojos de la historia y de todos los obispos del mundo, ha preferido la cárcel antes que denunciar a su hijo-sacerdote".
4. Iglesia Católica: experta en tratos inhumanos y degradantes
Cien mil casos en Estados Unidos, según estimaciones de la organización SNAP (Survivors Network of those Abused by Priests); treinta y cinco mil en Irlanda entre 1930-2000, de acuerdo a los informes Ryan y Murphy, que además destacaron la connivencia entre la jerarquía eclesiástica, las autoridades del Estado, entre ellas la propia policía y la Fiscalía (mismo método que puede verse en Spotlight), son sólo dos ejemplos del alcance que tiene este nuevo genocidio llevado a cabo por la Iglesia Católica.
Argentina no es la excepción. Decenas de víctimas han presentado reclamos en diversos obispados y en ninguno de ellos se les ha garantizado el libre acceso a las actuaciones, el derecho a la información y la defensa en juicio. Y en el caso donde hubo respuesta del Vaticano, donde está involucrado un cura que un obispado del litoral argentino escondió una vez que tomó estado público la situación, la misma es tan arbitraria y absurda que no hizo otra cosa que confirmar el accionar ilegal de la institución y sus autoridades.
No en vano, el Comité contra la Tortura de Naciones Unidas en 2014 determinó que el Vaticano había violado la Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes, en los casos en que podía haber impedido abusos sexuales y no lo hizo.
Una nueva condecoración a nivel mundial en su largo historial de crímenes.
Abog. Carlos Lombardi

Asesor de la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico de Argentina