domingo, 6 de septiembre de 2015

LA CARTA DEL ENGATUSADOR

Un impactante titular periodístico referido al papa católico apareció en los principales medios. En el marco del Jubileo de la Misericordia, Francisco envió una carta al presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, en la que dispuso el perdón que podrán administrar los sacerdotes a quienes cometieron o estuvieron involucrados en abortos.
El jubileo es una fiesta originaria de la religión judía. Pero como todo lo que ha hecho a lo largo de su historia, el catolicismo romano copió la celebración, aunque no con inocencia. En los jubileos se conceden “indulgencias”, concepto de la teología católica que implica el perdón de la pena temporal de los pecados de los fieles. Chantaje histórico que se cobraba en dinero contante y sonante, denunciado por los teólogos John Wyclif  y Juan Huss, constituyó una de las principales causas de la Reforma de Lutero, reportándole fabulosos beneficios a la iglesia, con tráfico económico y construcción de la Basílica de San Pedro incluidos.
Utilizando ese nefasto antecedente, el papa envió la carta cuyos destinatarios, como es lógico, son los fieles católicos, y en especial, los enfermos y ancianos imposibilitados de salir de sus hogares, las personas privadas de su libertad y los difuntos.
Sin embargo, la mención a los difuntos le permitió incluir, dentro del perdón masivo, a las mujeres que hubieren abortado y a sus colaboradores. Dijo Bergoglio: “Pienso, de forma especial, en todas las mujeres que han recurrido al aborto. Conozco bien los condicionamientos que las condujeron a esa decisión. Sé que es un drama existencial y moral. He encontrado a muchas mujeres que llevaban en su corazón una cicatriz por esa elección sufrida y dolorosa. Lo sucedido es profundamente injusto; sin embargo, sólo el hecho de comprenderlo en su verdad puede consentir no perder la esperanza” (1).
Y a renglón seguido, concedió a todos los sacerdotes la facultad de absolver el pecado del aborto a quienes lo hubieren practicado y arrepentidos de corazón piden por ello perdón. Hizo extensiva la medida a los integrantes de la Fraternidad de San Pío X, una de las ramas del extremismo católico, aunque institucionalmente separados por rechazar los postulados del Concilio Vaticano II.
La artimaña no es casual. Se enmarca en el plan de blanqueo del sepulcro donde el doble discurso y la demagogia son los pilares que lo sostienen, pero que a su vez meten al papa en un callejón sin salida en varios aspectos.
1. El estatuto fundante de Francisco: conservadurismo demagógico
Recordemos lo que apologistas de Bergoglio manifestaban apenas fue electo: “Porque la revolución que se propuso es si se quiere cultural, fundamentalmente actitudinal. O sea, dejar atrás un extendido espíritu inquisitorial, culposo, triste y reglamentarista (léase un catálogo de prohibiciones) del catolicismo, macerado durante siglos, para colocar en el centro la esencia del Evangelio: el amor, y así privilegiar la cercanía a la gente y la comprensión” […] “Y haciendo, en fin, que la Iglesia sea una acogedora casa de todos. Pero para ello no traiciona las creencias y preceptos, sino que cambia el orden de prelación: Primero el Evangelio, después la doctrina y, finalmente, las normas morales. Y todo sin juzgar, sino buscando comprender y perdonar” […] "No podemos seguir insistiendo sólo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible". Y redondea: "Ya conocemos la opinión de la Iglesia (…) y no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar" (2).
La facultad que otorgó en la carta a sus colegas de sotanas se encuadra en aquél estatuto. Se perdona el aborto, se finge bondad, misericordia, pero no se cambia una coma las condenaciones, anatemas y espíritu inquisitorial contenido en la ideología, doctrinas y normas jurídicas contenidas en el Código de Derecho Canónico, cuyo canon 1398 sigue considerándolo como delito.
Mucho menos se modifica el dogma del castigo eterno (el castigo por el castigo mismo), para quienes hubieren cometido el pecado ¿Cómo se conjuga ese dogma con el espíritu misericordioso que publicita Francisco?
A partir de ahora ¿el aborto no es pecado, ni delito canónico? ¿Está autorizado? ¿Hay apertura respecto al tema? ¡Claro que no! La carta de Francisco ha sido un nuevo acto para fascinar a los embobados.
2. La pantomima de la defensa de la vida
¿Qué autoridad moral tienen el papa, los obispos y la iglesia católica para ponerse en defensores de la vida? Ninguna. Ni el comportamiento institucional – desplegado a lo largo de la historia - como tampoco la propia imagen de su deidad - inventada por el misógino Pablo de Tarso y completada por la ideología clerical -, permiten sostener lo contrario.
Guerras y terrorismo religiosos; exterminio del paganismo; intolerancia contra otras religiones; persecución y muerte a las mujeres calificadas de “brujas”; hogueras contra los herejes; antisemitismo; rapiña económica; colonización y saqueo; esclavitud; muerte al campesinado; son pruebas irrefutables que demuestran que la defensa de la vida, históricamente, no ha sido una prioridad en la institución religiosa.
Nuestro país también ha sido víctima de las fechorías clericales. Basta recordar la participación de la cúpula eclesiástica en las desapariciones, tortura, y robos de bebés en los centros clandestinos de detención de la última dictadura cívico-militar-católica.
Más adelante en el tiempo, la iglesia mantiene una deuda inconmensurable con la vida de los niños y niñas abusados sexualmente por el clero, encubierto sistemáticamente por los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI. El incumplimiento por parte de la Santa Sede de las Convenciones sobre los Derechos del Niño y contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes - advertido por la ONU – así lo confirman.
Se suman a esos aberrantes hechos cientos de casos de violación de monjas por parte de clérigos, embarazadas y obligadas a abortar, producidas en Burundi, Brasil, Colombia, India, Irlanda, Nueva Guinea, Filipinas, Estados Unidos e Italia. Circunstancia que motivó que el Parlamento Europeo dictara en 2001 la Resolución "Sobre la violencia sexual contra las mujeres y en particular contra religiosas católicas" (3).
Y si la historia no ayuda, tampoco su dios sanguinario. Ha sido Pepe Rodríguez uno de los pocos estudiosos en sistematizar la descomunal violencia física, psicológica y simbólica que contiene la biblia católica. Entre cientos y miles son los versículos dedicados a matar o dar muerte violenta, apedrear, lapidar, degollar, pasar a cuchillo, matar a filo de espada; relatos de guerras, exterminios masivos, no dejar supervivientes, aniquilar, arrasar, destruir; ejercer violencia contra las mujeres, violaciones, mujeres como botín, mujeres prostituidas, asesinatos masivos de mujeres y niños, son los ejemplos de defensa de la vida que figuran en el principal libro sagrado del catolicismo romano (4).
Aunque nada de eso cuenta para el papa argentino, mucho menos para sus seguidores. Como se preguntaba un crítico alemán: “¿Acaso los grandes números estremecieron alguna vez a los “creyentes” o hicieron vacilar su imagen del mundo? ¿Acaso no se habituaron a la energía criminal de los suyos? ¿Acaso no hablan duchos abogados de sus pastores supremos, de lo “esencial” en el cristianismo, de la fe y del dogma, incluso de Dios, esa última instancia de firme pero de inasible textura contra la que se estrellan como contra un rompeolas las fechorías de los cristianos? Ya sabrá ese Dios enderezarlo todo” (5).
3. El perdón papal: violencia y manipulación disfrazadas de buenismo
La charlatanería beata sobre el aborto - cuyo efecto inmediato ha sido hacer creer y embobar – dejó al descubierto el aspecto más perverso - el del perdón -, cuyo trasfondo psicológico tiene efectos devastadores, por supuesto, para las mujeres.
El psicoanalista Luigi De Paoli fue quien destacó la violencia que el pensamiento y las acciones de los papas ejercen contra las mujeres, dentro de lo que llama “amalgama violencia-amor”, es decir, una fórmula compuesta por las buenas acciones de la iglesia sumada a la violencia extrema y sed de venganza que nutre su doctrina, una especie de “sadismo celestial”.
Sostiene que “Si una mujer (o una monja) sufre violación, está obligada por ley eclesiástica (patriarcal) a completar un embarazo repugnante y a no ver reconocidos sus derechos, porque los del feto son prioritarios. En la ideología papal no pueden tener un peso igual los derechos de la mujer y los del otro, ya se trate de feto, hombre o violador. El embrión tiene el derecho de convertirse en persona, con libertad de pensamiento y acción, pero no así la mujer que ha sido violada. Según el Magisterio, el violador puede, paradójicamente, forzar a la mujer a “sacrificarse”, hasta el punto de tener que amar al embrión y proveer a su mantenimiento.
A esto conducen las premisas del Magisterio, fundamentadas sobre la dicotomía mujer víctima y hombre sacrificador, donde la mujer es una mera subalterna del hombre (y del orden sacerdotal masculino) en virtud de leyes presentadas como naturales y divinas.
La autoridad eclesiástica, desde hace siglos, ha establecido una “cadena asociativa” entre mujer-pecado-subordinación, así como varón-poder-violencia. El pecado original se le achaca a Eva y la acción salvadora de Dios se realiza por medio del sexo masculino. Los hijos de Dios tienen el monopolio de la representatividad de Cristo, las hijas de Eva de del pecado” (6).
Es decir, una mujer condenada biológicamente a adecuarse a cánones establecidos por el poder androcéntrico, perdón incluido.
4. Interrupción del embarazo: ¿asunto religioso, o problema de los estados laicos?
Sin perjuicio de las contradicciones históricas del catolicismo romano, de su crónica violencia institucional, de su autoridad vacía de contenido, y del estrepitoso fracaso de su moral, la cuestión del aborto sigue más vigente que nunca por la sencilla razón que no es un problema religioso sino jurídico, político y social, de derechos humanos de las mujeres, que debe ser resuelto por los estados. Cuestión temporal respecto a la cual la iglesia católica carece totalmente de competencia.
Encuadrarlo dentro de los derechos humanos permite asociarlo a un segundo problema: dentro de los monoteísmos históricos, la violación de derechos de las personas (sobre todo, de las mujeres), es un fenómeno de extraordinaria dimensión. Es decir, la iglesia no sólo entorpece el ejercicio de derechos de los ciudadanos y ciudadanas puertas afuera, entrometiéndose en asuntos estatales, invadiendo la libertad de conciencia, sino que puertas adentro los viola sin ningún tipo de miramientos, basado en el abuso de poder y el autoritarismo machista que impera en ella.
No es, entonces, un fatuo gesto de perdón, una mueca cursi, una parodia religiosa, lo que las católicas (y no católicas), necesitan, sino que un anciano que sólo representa a una oligarquía cruel y repugnante deje de entrometerse en la conciencia y la libertad de decisión y elección de nuestras compañeras en este mundo.
Y sobre todo, si le queda algo de dignidad, debería aprender a cerrar la boca y guardar silencio, cuando menos, para respetar a las miles de mujeres muertas por realizarse abortos en la clandestinidad por su condición de pobreza que su iglesia no se cansa de fomentar.

Notas
(1) “El Papa explica el Jubileo de la Misericordia y el perdón del aborto”, en www.zenit.org/.../el-papa-explica-el-jubileo-de-la-misericordia-y-el-perd...
(2) Rubín, Sergio, “El mensaje del Papa Francisco provoca una revolución cultural”, en www.clarin.com/.../mensaje-Papa-provoca-revolucion-cultural_0_99770...
(3) “La Iglesia reconoce la violación sistemática de monjas por parte de curas y misioneros en 23 países”, en www.sociedad.elpais.com/sociedad/2001/03/20/.../985042803_850215.html
(4) Rodríguez, Pepe, Los pésimos ejemplos de Dios, Ediciones B, Barcelona, 2011, p. 84/85.    
(5) Deschner, Karlheinz, El Anticatecismo, Zaragoza, Yalde, 1990, p. 44.
(6) De Paoli, Luigi, Psicoanálisis del Cristianismo, en www. www.feadulta.com/es/.../item/2065-psicoanálisis-del-cristianismo.html, p. 84