El documento pretende hacer
reflexionar a los católicos (que en su mayoría no siguen a los dirigentes
eclesiásticos), y a los hombres de buena voluntad (expresión aún no definida
por los gerontes, pero entendemos que son aquellos de los que no reciben
oposición alguna), sobre un flagelo sin soluciones concretas.
Fingiendo como de costumbre, esta
vez juegan a ser expertos en sociología, criminología, y psicología presentando
su diagnóstico desde un rol harto conocido como vetusto, el de pretender ser
“rectores morales” y “defensores” de la sociedad laica argentina, a la que su
sanguinaria institución pisoteó cada vez que pudo en distintos momentos
históricos.
La lectura general del documento deja
una nueva evidencia de la hipocresía de los obispos argentinos, una especie de “abuelos
vip”, que reciben un abultado sueldo del estado argentino gracias al dictador y
genocida Videla. En particular, el escrito no hace otra cosa que generar más
violencia producto de su descarada amnesia.
1. El antiguo rol de “rectora moral”
Siguiendo a Juan Cruz Esquivel,
la evangelización del continente traída con la conquista española dio origen a
un modelo de cristiandad que se manifestó en tres planos: a) la identificación
de la identidad territorial con la religiosa, afinidad que fue consecuencia de
imponerle al territorio conquistado la religión del imperio conquistador; b) a
partir de esa consonancia, la institución católica se atribuyó el rol de
“pilar” y “garante” de las futuras nacionalidades; c) permitió que la Iglesia
Católica, a través de su jerarquía, se arrogase la facultad y poder exclusivo
“de controlar múltiples aspectos de la vida cotidiana de las personas”, por
ejemplo, cuestiones relativas a la familia, matrimonio, sexualidad, educación
en general y educación religiosa en particular (1).
Ese modelo de cristiandad, de
marcado perfil totalitario, produjo también una consecuencia fundamental: la
Iglesia Católica no sólo iba a desempeñar su actividad en el plano que le era
propio, el religioso, sino que empezaba su actuación en los escenarios
políticos y sociales.
La matriz ideológica – que un
vasto grupo de autores pretenden presentarlo como “natural” y justificarlo en
las tradiciones – fue la que permitió el surgimiento de mitos como la “nación
católica” y el “ser nacional” identificado con el “ser cristiano”, garantizados
por la Iglesia Católica y, más adelante, por las Fuerzas Armadas.
La importancia de esta
idea/matriz es que aparecerá tiempo después para explicar y servir de
fundamento a la posterior alianza y bloque político-ideológico que conformarían
las Fuerzas Armadas con la institución religiosa, sobre todo, a partir del
golpe de estado de 1930; idea/matriz que iba a ser el denominador común en
todos los golpes de estado que la institución religiosa avalaría como “defensora”
de la argentinidad.Y es lo que continúa observándose en cada documento que emite la Conferencia Episcopal Argentina desde que se recuperó la democracia. El que comentamos lleva la impronta de ese rol.
2. El medallero de la violencia religiosa y clerical
Según el documento de la CEA, la
violencia que padecemos a diario los argentinos reconoce múltiples causas,
menos la religiosa, omisión patológica en todas sus declaraciones.
El pasado (tampoco el presente), ayudan
al catolicismo. Guerras de religiones, conquistas, etnocidios y
transculturación; hogueras y eliminación de personas de ambos sexos; aval
ideológico a gobiernos dictatoriales como los gobiernos militares de América
Latina, con sus secuelas de torturas, robos de bebés, violación del derecho a
la identidad de las personas, persecución y muerte a sus propios fieles y
clero, sin contar el fenómeno de los abusos sexuales a niños, niñas y jóvenes.
Son hechos que demuestran que las religiones (sobre todo el catolicismo romano),
lejos estuvieron (y están) de convertirse en “caminos para la paz”. La
violencia física y psicológica en “nombre de Dios” ha sido una constante en el
tiempo, y es la que en estas épocas siguen empleando grupos fundamentalistas e
integristas para imponer sus convicciones.
Pero no contentos con ello, los
obispos argentinos abordan distintas manifestaciones de la violencia vernácula,
tomando distancia de manera grotesca, como si la institución que integran no
fuese generadora de ella.
En el punto N° 5 destacan la
corrupción y el desvío de dineros (calificados de “estafas económicas y
morales”); las mafias del crimen organizado dedicadas a la trata de personas
para la esclavitud laboral o sexual; tráfico de drogas y armas. Ahora bien, conociendo
los datos irrefutables de la corrupción vaticana durante los dos últimos
pontificados, preguntamos ¿Qué significan los datos aportados por la filtración
de documentos reservados que produjo el “Vatileaks”? Si como bien dicen los
funcionarios eclesiásticos “la corrupción, tanto pública como privada, es un
verdadero "cáncer social", ¿podrá la sociedad calificar a la
Conferencia Episcopal Argentina como “parásito estatal” generador de violencia?
El respeto de la ley es destacado
en el punto N° 6 donde con su crónica falta de vergüenza sostienen: “Algunos profesionales suelen
utilizar de modo inescrupuloso artilugios legales para burlar o esquivar la justicia:
también esto es inmoral”. Pero ¿No son también artilugios legales los que la
Santa Sede y las iglesias locales aplican para seguir encubriendo al clero
abusador sexual? ¿No son artilugios legales los que presentan cada vez que son
demandados en la justicia, esgrimiendo sus ya anacrónicos privilegios? ¿No son
artilugios legales los que esgrimieron al apoyar los golpes de estado en Honduras
(2009) y Paraguay (2011)?
La violencia verbal (N° 8), es
otra de las mencionadas con dos derivaciones (calumnias y mentiras), que
"socavan la confianza entre los hombres y rompe el tejido de las
relaciones sociales" (Catecismo de la Iglesia Católica, 2486)”. Sin
embargo, ¿no fue el propio Benedicto XVI quien manifestó estar “rodeado de
lobos”? ¿No ha sido el propio Francisco quien denunció la masiva presencia de
trepas, “garcas”, y arribistas en el Vaticano, que utilizan la calumnia y la
mentira para dejar fuera de combate a sus adversarios en la patética “carrera”
eclesiástica? ¿No es la iglesia en la Argentina una réplica de aquella
corrupción? ¿Cómo se explican los casos de los obispos Bargalló y Maccarone?
Violencia verbal de la que
tampoco escapa el laicado católico, acicateado con todo tipo de improperios generados
por su tradicional enemigo y dominador (el clero). Desde la “plaga” de los
divorciados, endilgando ese mote a todos los católicos que decidieron
libremente rehacer sus vidas (2), pasando por el insulto a las nuevas formas de
familia que no son “modélicas” (3), y terminando con la “enfermedad” de la
homosexualidad sostenida en pleno siglo XXI por no pocos obispos. El término
“rebaño” que jocosamente se utiliza en el argot clerical ¿no es un insulto?
Otro párrafo farsante, contenido
en el mismo número, es el que dice: “Urge en la Argentina recuperar el
compromiso con la verdad, en todas sus dimensiones. Sin ese paso estamos
condenados al desencuentro y a una falsa apariencia de diálogo”. Ahora bien, ¿se
olvidaron los obispos que todavía la sociedad argentina está esperando que la
Iglesia Católica abra sus archivos para conocer la verdad relativa a los
antecedentes de la dictadura militar que obran en ellos? ¿Ocultar información
sobre desaparecidos y bebés robados, no es otra manifestación de violencia?
La cursi y empalagosa fraseología
episcopal contenida en el N° 10 - no menos vacía de contenido -, que destaca al
dios católico como "fuente de toda razón y justicia", se cae a pedazos
luego de los breves antecedentes criminales mencionados.
3. Último premio a la violencia de la institución religiosa
El “Oscar” 2014 a la violencia
religiosa le fue otorgado a la Santa Sede por el Comité de la ONU encargado de
monitorear el cumplimiento de la Declaración de los Derechos del Niño por parte
aquella persona jurídica internacional.
La lista de recomendaciones que
el organismo le manifestó a la Santa Sede, para reducir los correlativos hechos
violentos perpetrados y fomentados por la institución religiosa, incluye: hacer
un estudio exhaustivo de su marco normativo, en particular, el Derecho
Canónico, con el fin de garantizar el pleno cumplimiento de la Convención (N°
14); redoblar esfuerzos para hacer que todas las disposiciones de la Convención
sean ampliamente conocidas por los niños
y sus familias (N° 22); para que elimine de inmediato la clasificación
discriminatoria de los hijos nacidos fuera de matrimonio como hijos ilegítimos (N°
26); para que condene todas las formas de acoso, discriminación o violencia
contra los niños sobre la base de su orientación sexual o la orientación sexual
de sus padres y para apoyar los esfuerzos a nivel internacional para la despenalización
de la homosexualidad (N° 26).
El Comité instó encarecidamente a
la Santa Sede a cooperar con los estudios para determinar las causas de la
práctica del abandono anónimo de los bebés y fortalecer y promover alternativas
de forma expedita, teniendo plenamente en cuenta el derecho del niño a conocer
a sus padres biológicos (N° 36); a retirar inmediatamente a todos los
abusadores sexuales de niños conocidos y sospechosos, y remitir el asunto a las
autoridades policiales y judiciales pertinentes con fines de investigación y
procesamiento penal (N° 44 b); instó a la Santa Sede a investigar debidamente
todas las denuncias de los niños, niñas y adolescentes que son separados de sus
familias por medio de la manipulación psicológica y asegurar que los
responsables de la manipulación de los adolescentes rindan cuentas y cesen sus
actividades (N° 51); preocupación por la situación de los niños nacidos de los
sacerdotes católicos, quienes, en muchos casos, desconocen la identidad de sus
padres. Al Comité también le preocupa que las madres solo puedan obtener un
plan de indemnización regular por parte de la Iglesia solo si firman un acuerdo
de confidencialidad y se comprometen a no revelar información (N° 33).
Y la lista de recomendaciones
continúa, sacando a la luz el catálogo de violencias de diversos colores
originadas en la institución religiosa. Las que mencionamos, son sólo a modo
indicativo.
4. ¿Tendrá razón David Yallop?
Siete años atrás, cuando vino a
la Argentina a presentar su último libro, el autor británico sostuvo: “Entrar
en el Vaticano es como lavarse en un mar de hijoputez” (4).
Jugar a la “madre buena” es un
papel que le habrá servido en otras épocas para mantener su poder de
manipulación de las conciencias y de las sociedades. Levantar la bandera de la
ética, arrogarse el rol de “rectora moral” de la sociedad, manteniendo niveles
siderales de violencia institucional, no hace otra cosa que hacer extensiva la
frase del mencionado autor a la sucursal que el catolicismo romano tiene en
nuestro país.
Sus criminales antecedentes, los
hechos de violencia que diariamente suceden en la corporación religiosa, el
sistema jurídico canónico violatorio de derechos humanos, el trato ultrajante
que sufren numerosos colectivos identitarios sean de género, sociales o de
otras confesiones religiosas, el mantenimiento de una doctrina que no se cansa
de discriminar a aquellos que no concuerdan con ella, con el pensamiento único,
y el entrometimiento de los obispos en políticas públicas laicas, son algunos
ejemplos que convierten al documento en
una cáscara vacía.
“Felices los que trabajan por la
paz”, nuevo documento emitido por la Conferencia Episcopal Argentina, refleja no
sólo un nuevo acto de violencia religiosa/clerical, que se suma a la que ya
padece en sus diversos matices la sociedad argentina. Es también producto de la
amnesia episcopal, hija de su propia senilidad.
Notas
(1) ESQUIVEL, Juan Cruz, Iglesia Católica, política y sociedad: un estudio
de las relaciones entre la elite eclesiástica argentina, el Estado y la
sociedad en perspectiva histórica, en www.biblioteca.clacso.edu.ar/subida/uploads/FTP-test/clacso/.../esquivel.pdf
(2) Exhortación
Apostólica Postsinodal “Sacramentum Caritatis”, Nº 29, www.vatican.va/.../hf_ben-xvi_exh_20070222_sacramentum-caritatis_s...
(3) Conferencia Episcopal
Argentina, Educación para el amor, Buenos Aires, Oficina del Libro, 2007, página
53.
(4) “Entrar en el Vaticano es
como lavarse en un mar de hijoputez”, en www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/21-95930-2007-12-09.html