Segunda
visita del presidente Macri al papa católico romano. El pathos de la relación -supuestamente - ha cambiado, porque las
partes han hecho contribuciones para mejorarla.
Los
aportes tienen que ver con la disposición del pontífice para garantizarle gobernabilidad al presidente,
ordenándole que lleve a cabo una serie de actos políticos que considera clave
para la pacificación social y desarrollo económico del país: la creación de la Mesa de la Producción y del Trabajo, es
uno de ellos. Macri cumplió su parte. Bergoglio, también: desactivar, al menos
momentáneamente, un paro de la CGT.
¿A
qué fue el presidente? El primer motivo, participar en la canonización de un
cura argentino, legitimando con su presencia la fábrica de hacer santos que
tiene la multinacional religiosa y con la cual lucra sistemáticamente desde el
siglo IV dC. El segundo, reunirse con al papa a solas, para hablar de política
nacional e internacional.
Sin
embargo, la cultura del encuentro que
finge Bergoglio es, para no perder su espíritu falsario, selectiva. Pidió
expresamente que no viajara el jefe de gabinete de ministros.
¿Garantizar
gobernabilidad? Su principal exégeta lo dejó muy claro: “Vera declaró que el Obispo de Roma "impedirá un estallido social
en la Argentina" y "ayudará para que (Mauricio) Macri pueda concluir
su mandato" en 2019”; “la
reunión irá bien porque el Presidente está apostando por un mayor
gradualismo". "Hoy el Papa le está
marcando el camino más correcto" a Macri para que "empiece a
gobernar con concertación, con
grandes consensos, como en Europa" (1).
Pero,
¿desde cuándo un monarca teocrático, jefe de un estado extranjero, legitima a
las autoridades republicanas argentinas, marcándoles
el camino?
El
encuentro no representa otra cosa que una nueva vuelta de tuerca al clericalismo político que impera en el país,
una de las causas del estrepitoso fracaso de las instituciones republicanas y
democráticas y de la decadencia social que padecemos.
Confirma,
además, el rol político opositor de Bergoglio y la eterna minoría de edad de la
clase política argentina, sedienta de veedores y carente de autonomía
intelectual.
1. Néstor Kirchner tenía razón
Por
su infinito doble discurso y accionar político, el papa argentino ha ratificado
el rol que le atribuía el ex presidente Néstor Kirchner: ser el "jefe
espiritual de la oposición política".
Sea
porque no le gustaban las homilías y discursos del cardenal (que sentía como un
ataque a su gobierno, sobre todo, en materia de igualdad); sea porque la
oposición al gobierno K desfilaba por el despacho curial, lo cierto es que el
ahora papa siempre gustó de ejercer un rol que su propia institución niega. Es
más, su demagogia crónica le hace cometer sincericidios
como cuando les manifestó a los jueces argentinos reunidos en el Vaticano que "no
cabe el adagio de la ilustración, de que la iglesia no deba meterse en
política" (2).
Y
la coalición gobernante Cambiemos - con
un líder nihilista en su faz ideológica -, debe soportar una oposición que no
está acostumbrada a serlo y que, ante su profunda crisis interna, decidió alinearse
con el papa católico, también peronista.
Calificado
como “compañero Papa” por un genial periodista porteño, Bergoglio ha
convertido a los referentes del movimiento histórico en mandaderos suyos.
“No sé si el Compañero Papa
lo va a asumir, pero sin duda el peronismo ya ha decidido que quiere ser
adoptado por él. Sutilmente lo expresan sus protagonistas. No pasa un día sin
que algún dirigente cite una frase papal. Desde la CGT hasta D’ Elía y desde
los renovadores hasta el kirchnerismo duro pasando por Pichetto, Scioli, Moreno
o Domínguez.
Ya nada ocurrirá en el PJ que
contradiga al Sumo Pontífice. El que tenga alguna duda, que le pregunte a
Aníbal Fernández” (3).
A
tal punto pasa el alineamiento del justicialismo con Bergoglio que ha surgido
hace unos días el grupo Laudatos que nuclea a un grupo de
políticos – en su mayoría de ese partido -, sindicalistas y empresarios que elaboró
un documento en base a las similitudes de la encíclica de Francisco "Laudato si" con el “Modelo Argentino” ideado por Perón en la
década del 70.
2. Lío católico en la
política argentina
Si
en Medio Oriente la religión monoteísta mata, en Occidente divide. No en vano
el escritor satírico irlandés Jonathan Swift decía: “Tenemos la suficiente religión
para odiarnos, pero no para amarnos los unos a los otros”.
El
catolicismo es experto en la materia, tiene larga tradición en dividir a las
sociedades y Francisco no es la excepción. Católicos/macristas enfrentados a
católicos/peronistas, ¡por el propio papa!
El
enfrentamiento no es sólo en la ideología sino en la praxis. La furia de los gorilas (como gustan llamar sectores K,
a los no K), se desató hace tiempo por un rosario que el papa regaló a una
líder social detenida en circunstancias procesales, por lo menos, dudosas.
Pero
la balanza del papa en este punto no es equitativa. Como buen populista, la
inclina hacia el modelo político-eclesial con el que se siente más identificado
y que no es el que se practica en Recoleta sino en los sectores excluidos. Está
a favor del pueblo bueno, cuya pobreza le otorga una
autoridad moral que no tienen los católicos ricos e instruidos.
Magistralmente,
Loris Zanatta hizo foco en la cuestión: “Es
así como el Papa contrapone el pueblo bueno y solidario a una oligarquía
depredadora y egoísta. Una oligarquía transfigurada, carente de rostro y
nombre, esencia del Mal en cuanto rinde culto al dios pagano del dinero: el
consumo es consumismo; el individuo, egoísta; la atención al dinero, adoración
sin alma. Tal es el enemigo del pueblo para Bergoglio…” (4).
El
enfrentamiento católico en la política argentina – una especie de caricato de farsa – tiene un
protagonista casi héroe (Francisco), un pobre filisteo (Macri).
3. Clerodependencia de la clase política argentina
El
viaje del presidente sigue la histórica línea de conducta de la clase dirigente,
resultado de un fenómeno de vieja data y que alcanzara su más alto nivel en las
dictaduras militares.
Naturalizar
la presencia del clero católico en la cosa pública es un flagelo heredado de la
Conquista, atribuyéndole a la iglesia católica un rol que no debería tener y
que ha sido nefasto. Es una señal contundente del alto grado de atraso
institucional en el que se encuentra el país.
Los
sociólogos hace tiempo lo advierten. El continuo proceso de secularización de
la sociedad no es acompañado por otro de laicización de las instituciones, ya
que en la visión que la dirigencia política proyecta del estado, la laicidad no
es un componente constitutivo (Mallimaci).
El
resultado está a la vista: empobrecimiento de las instituciones democráticas;
infantilismo y minoría de edad de la clase política; anulación de la autonomía
de los ciudadanos y ciudadanas; entorpecimiento del clero en las políticas
públicas; república laica mancillada sin hesitación.
Pero,
si el papa peronista está a favor de los pobres y más necesitados, de la
inclusión social, en contra del capitalismo salvaje. ¿Qué tiene de malo eso?
Dicho así, nada de malo.
Sin
embargo, la multinacional religiosa nunca colabora de modo aséptico. Defiende
sus intereses políticos y económicos y los riesgos que corren las democracias
débiles como la argentina son muy altos.
Profundizar
el clericalismo político y la clerodependencia
implica no sólo ensombrecer las libertades públicas y restringir derechos
humanos, sino convertir al papa católico en veedor
de la república, con el peligro adicional que la moral católica sea elevada a
moral del Estado, como sostiene el filósofo italiano Paolo Flores d’Arcais.
¿La
democracia argentina tutelada por la
religión católica y su iglesia? La clase dirigente parece empecinada en
fortalecer esa idea, haciendo gala de una amnesia, ignorancia y estulticias sublimes.
La
hipoteca sería tan grande como aciaga: hacer prevalecer los intereses del papa
católico sobre los de la sociedad plural y laica.
Y
es sabido que gobernar con el catecismo católico, en vez de la Constitución,
significa el recorte de libertades públicas y la anulación de las autonomías de
los ciudadanos y ciudadanas que deberían ceder ante los representantes de una religión
totalitaria e invasiva.
Dicho
de otro modo, y como parece vaticinar el referido filósofo: “La soberanía de Dios, en sustitución de la
soberanía de las existencias individuales concretas, sólo promete una
multiplicación de Jomeinis” (5).
Notas
(1)
Gustavo Vera: "El Papa impedirá un estallido social en la Argentina",
en http://www.infobae.com/politica/2016/10/13/gustavo-vera-el-papa-ayudara-para-que-macri-pueda-concluir-su-mandato/
(2) El papa Francisco a los jueces:
"Yo sé que sufren presiones y amenazas", en http://www.infobae.com/2016/06/03/1815952-el-papa-francisco-los-jueces-yo-se-que-sufren-presiones-y-amenazas/
(3) Alejandro
Borensztein, Luche y vuelve el Compañero Papa, en www.clarin.com/opinion/Luche-vuelve-Companero-Papa_0_1665433441.html
(4) Loris Zanatta, Un Papa populista, en http://www.revistacriterio.com.ar/bloginst_new/2016/04/01/un-papa-populista-2/
(5) Paolo Flores d’Arcais, El
desafío oscurantista, Anagrama, Barce