lunes, 7 de marzo de 2016

FEMICIDIO Y RELIGIÓN

Los recientes femicidios de dos jóvenes mendocinas han vuelto a traer al debate público un flagelo social que parece no tener fin. Un sinnúmero de análisis, opiniones y declaraciones en diversos escenarios y foros claman por ponerle un punto final. Sobre todo, se enfatiza en el necesario cambio cultural que la sociedad en general, y los varones en particular, debemos llevar a cabo.
Ahora bien, el cambio cultural implica analizar los distintos componentes que alimentan el flagelo y entre ellos nos encontramos con el religioso.  
Sostener que las religiones son la causa de los femicidios sería injusto y convertiría el análisis en mero reduccionismo. Por el contrario, ante la muerte, muchas veces la religión es un bálsamo no sólo espiritual sino psicológico que permite a los deudos encontrar un legítimo consuelo.
Sin embargo, la religión como hecho cultural no debería pasar desapercibida como usina generadora del sistema patriarcal y su hijo dilecto, el machismo, con una cuota no menor de responsabilidad en la violencia que las mujeres padecen diariamente en cualquier parte del planeta. Alcanza con acercarse a los sistemas doctrinarios y jurídicos de los tres monoteísmos históricos – cristianismo, judaísmo e islam – para comprobarlo.
Si enfocamos en el primero, siglos de existencia del sistema denominado civilización occidental y cristiana han permitido la imposición de una cosmovisión donde la imagen y el papel atribuido a las mujeres no ha sido el más favorecido, en especial, por el fenomenal bagaje de violencia simbólica que contiene.
En palabras del teólogo José María Castillo, la religión como hecho cultural comprende ritos, liturgias, templos, música, atuendos, símbolos, procesiones, pero también un componente doctrinario e ideológico que, en el caso del catolicismo romano, religión totalitaria e impuesta en nuestro continente, es también dogmático y clericalizado.
Aquel componente doctrinario podría ser – como veremos a continuación - la pata religiosa de la cultura que sirve de caldo de cultivo a los femicidios.

1. Las escrituras “sagradas”: un compendio de violencia contra las mujeres
Dice el Catecismo católico (N° 95): «La santa Tradición, la sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros; los tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas» (1).
En primer lugar, el prudente plan de Dios lo encontramos en la biblia, conjunto de libros que no trata muy bien que digamos a las mujeres, sobre todo, en el Antiguo Testamento. Fue Pepe Rodríguez quien sistematizó la cantidad de versículos donde campea a sus anchas la violencia contra ellas. En total destacó 96 versículos entre violaciones (11), tratar a las concubinas como objetos sexuales (39), las mujeres como botín (19), prostituidas (9), como también asesinatos masivos de mujeres (18) (2).
Antiguo Testamento que sigue vigente, conforme la Constitución dogmática Dei verbum, sobre la divina revelación, que dice en su N° 14: “La economía, pues, de la salvación preanunciada, narrada y explicada por los autores sagrados, se conserva como verdadera palabra de Dios en los libros del Antiguo Testamento; por lo cual estos libros inspirados por Dios conservan un valor perenne: "Pues todo cuanto está escrito, para nuestra enseñanza, fue escrito, a fin de que por la paciencia y por la consolación de las Escrituras estemos firmes en la esperanza" (Rom. 15,4)” (3).
Texto actual se haga una lectura literal o por géneros literarios. Da igual. La violencia contra las mujeres, que el cristianismo versión católico-romana consagra en la primera parte de la biblia, es sagrada.
Mientras que en el Nuevo Testamento aparece el estereotipo de la virgen, una valquiria plagiada de otras religiones orientales, donde según el autor precedente, nacer de una virgen fertilizada por Dios era un mito pagano muy corriente en el mundo antiguo anterior a Jesús.
Si la biblia católica – manipulada a más no poder por el alto clero - les impuso a las mujeres el estereotipo de virgen (también madre), sus teólogos le sumaron el de la puta, la bruja, la santa y la tonta, según sostiene Guy Bechtel. Y siempre como consecuencia de su debilidad e inferioridad original.
Resulta una obviedad decir que en la teología oficial, elaborada por el clero machista y patriarcal, el conjunto de mujeres cristianas con autonomía intelectual y moral, o admitidas con trato igualitario por el Galileo, están bien olvidadas en sus archivos.     

2. Religiones e igualdad de derechos de las mujeres: una quimera
Si es grave que en nuestra cultura se sigan admitiendo los patrones estereotipados de las religiones que alimentan la violencia contra nuestras compañeras en la vida, mucho peor aún es lo que sucede en materia de derechos, avalado por los sistemas jurídicos religiosos. Con observar lo que sucede en el islam alcanza y sobra.
Pero el catolicismo romano no la va en zaga. Hay que tomar aliento para leer el esperpento normativo llamado Código de Derecho Canónico, usina jurídica que convalida el trato discriminatorio de las mujeres por el hecho de serlo, en especial, en materia de acceso a puestos de dirección y sacerdocio.
Fue el teólogo Juan José Tamayo quien sintetizó el papel de las mujeres en la religión católica: “No son consideradas sujetos morales, porque la doctrina moral la elaboran varones conforme a unos principios patriarcales. No son sujetos teológicos porque la doctrina teológica también la elaboran varones, a partir de una Congregación para la Doctrina de la Fe que impone una autoridad que no necesariamente es la que mejor responde al espíritu originario del cristianismo. No son sujetos religiosos ya que no pueden acceder a la esfera de lo sagrado si no es través de la mediación de los varones (sacerdotes, obispos, papa…). No son sujetos eclesiales ya que no pueden ejercer funciones directivas, ni asumir puestos de responsabilidad en la comunidad cristiana” (4).
Con aquella impronta, el catolicismo sale a la esfera pública a impregnar la cultura, y como es obvio, utiliza su brazo secular - que actúa infiltrado o no en los órganos de los estados - para negar derechos, juzgar conforme sus estereotipos, o gobernar anteponiendo los intereses del clero al de la sociedad.
No es de extrañar que aquellos cuadros que gestionan la cosa pública fácilmente violen la ley 26.485 - de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales-, ya sea fomentando la violencia psicológica o simbólica, o avalando las modalidades de violencia institucional, laboral, contra la libertad reproductiva u obstétrica.

3. ¿Podrá cambiar la religión?
Las religiones no son la causa de los femicidios, pero el componente cultural-religioso que los fomenta es indudable. ¿Qué aportes podrían hacer? ¿Alcanza con encender una vela, un responso, o hacer declaraciones dirigidas a los sentimientos? Estos gestos sólo alcanzan para acompañar solidariamente y respetar el dolor de los familiares, lo que no es poco, pero no suficiente.
Cambiar la cultura que sirve de caldo de cultivo a los femicidios también exige un cambio en las religiones, en su organización, funcionamiento, pero sobre todo, en su componente doctrinario. Máxime cuando utilizan al estado y a la educación para bombardear a la sociedad con tradiciones y costumbres de ese cuño y con pretensiones de naturalizarlas. De ahí la responsabilidad que tienen los credos en eliminar de raíz todos aquellos aspectos de sus propios idearios que impliquen violencia contra las mujeres.
¿Se animarán a hacer sus cambios internos para no seguir insuflando la cultura patriarcal y machista, causa primera de los femicidios?
¿Querrán hacerlo?

Notas
(1) http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p1s1c2a2_sp.html#I La tradición apostólica
(2) Rodríguez, Pepe, Mentiras fundamentales de la  iglesia católica, ediciones B, Barcelona, 2011, p. 85.
(3) www.vatican.va/.../hist.../vat-ii_const_19651118_dei-verbum_sp.html 

(4) Tamayo, Juan José, Otra teología es necesaria, en http://www.atrio.org/author/juan-jose-tamayo/