Un
impactante titular periodístico referido al papa católico apareció en los
principales medios. En el marco del Jubileo de la Misericordia, Francisco envió
una carta al presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva
Evangelización, en la que dispuso el perdón que podrán administrar los
sacerdotes a quienes cometieron o estuvieron involucrados en abortos.
El
jubileo es una fiesta originaria de la religión judía. Pero como todo lo que ha
hecho a lo largo de su historia, el catolicismo romano copió la celebración,
aunque no con inocencia. En los jubileos se conceden “indulgencias”, concepto
de la teología católica que implica el perdón de la pena temporal de los
pecados de los fieles. Chantaje histórico que se cobraba en dinero contante y
sonante, denunciado por los teólogos John Wyclif y Juan Huss, constituyó una de las principales
causas de la Reforma de Lutero, reportándole fabulosos beneficios a la iglesia,
con tráfico económico y construcción de la Basílica de San Pedro incluidos.
Utilizando
ese nefasto antecedente, el papa envió la carta cuyos destinatarios, como es
lógico, son los fieles católicos, y en especial, los enfermos y ancianos
imposibilitados de salir de sus hogares, las personas privadas de su libertad y
los difuntos.
Sin
embargo, la mención a los difuntos le permitió incluir, dentro del perdón
masivo, a las mujeres que hubieren abortado y a sus colaboradores. Dijo
Bergoglio: “Pienso, de forma especial, en
todas las mujeres que han recurrido al aborto. Conozco bien los
condicionamientos que las condujeron a esa decisión. Sé que es un drama
existencial y moral. He encontrado a muchas mujeres que llevaban en su corazón
una cicatriz por esa elección sufrida y dolorosa. Lo sucedido es profundamente
injusto; sin embargo, sólo el hecho de comprenderlo en su verdad puede
consentir no perder la esperanza” (1).
Y
a renglón seguido, concedió a todos los sacerdotes la facultad de absolver el
pecado del aborto a quienes lo hubieren practicado y arrepentidos de corazón
piden por ello perdón. Hizo extensiva la medida a los integrantes de la
Fraternidad de San Pío X, una de las ramas del extremismo católico, aunque
institucionalmente separados por rechazar los postulados del Concilio Vaticano
II.
La
artimaña no es casual. Se enmarca en el plan de blanqueo del sepulcro donde el
doble discurso y la demagogia son los pilares que lo sostienen, pero que a su
vez meten al papa en un callejón sin salida en varios aspectos.
1. El estatuto fundante de
Francisco: conservadurismo demagógico
Recordemos lo que apologistas de Bergoglio
manifestaban apenas fue electo: “Porque
la revolución que se propuso es si se quiere cultural, fundamentalmente
actitudinal. O sea, dejar atrás un extendido espíritu inquisitorial, culposo,
triste y reglamentarista (léase un catálogo de prohibiciones) del catolicismo,
macerado durante siglos, para colocar en el centro la esencia del Evangelio: el
amor, y así privilegiar la cercanía a la gente y la comprensión” […] “Y
haciendo, en fin, que la Iglesia sea una acogedora casa de todos. Pero para ello no traiciona las creencias y
preceptos, sino que cambia el orden de prelación: Primero el Evangelio,
después la doctrina y, finalmente, las normas morales. Y todo sin juzgar, sino
buscando comprender y perdonar” […] "No
podemos seguir insistiendo sólo en cuestiones referentes al aborto, al
matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible". Y
redondea: "Ya conocemos la opinión
de la Iglesia (…) y no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar" (2).
La
facultad que otorgó en la carta a sus colegas de sotanas se encuadra en aquél
estatuto. Se perdona el aborto, se finge bondad, misericordia, pero no se
cambia una coma las condenaciones, anatemas y espíritu inquisitorial contenido
en la ideología, doctrinas y normas jurídicas contenidas en el Código de
Derecho Canónico, cuyo canon 1398 sigue considerándolo como delito.
Mucho
menos se modifica el dogma del castigo eterno (el castigo por el castigo
mismo), para quienes hubieren cometido el pecado ¿Cómo se conjuga ese dogma con
el espíritu misericordioso que publicita Francisco?
A
partir de ahora ¿el aborto no es pecado, ni delito canónico? ¿Está autorizado?
¿Hay apertura respecto al tema? ¡Claro que no! La carta de Francisco ha sido un
nuevo acto para fascinar a los embobados.
2. La pantomima de la
defensa de la vida
¿Qué
autoridad moral tienen el papa, los obispos y la iglesia católica para ponerse
en defensores de la vida? Ninguna. Ni el comportamiento institucional –
desplegado a lo largo de la historia - como tampoco la propia imagen de su
deidad - inventada por el misógino Pablo de Tarso y completada por la ideología
clerical -, permiten sostener lo contrario.
Guerras
y terrorismo religiosos; exterminio del paganismo; intolerancia contra otras
religiones; persecución y muerte a las mujeres calificadas de “brujas”;
hogueras contra los herejes; antisemitismo; rapiña económica; colonización y
saqueo; esclavitud; muerte al campesinado; son pruebas irrefutables que
demuestran que la defensa de la vida, históricamente, no ha sido una prioridad
en la institución religiosa.
Nuestro
país también ha sido víctima de las fechorías clericales. Basta recordar la
participación de la cúpula eclesiástica en las desapariciones, tortura, y robos
de bebés en los centros clandestinos de detención de la última dictadura
cívico-militar-católica.
Más
adelante en el tiempo, la iglesia mantiene una deuda inconmensurable con la
vida de los niños y niñas abusados sexualmente por el clero, encubierto
sistemáticamente por los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI. El incumplimiento
por parte de la Santa Sede de las Convenciones sobre los Derechos del Niño y contra
la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes - advertido
por la ONU – así lo confirman.
Se
suman a esos aberrantes hechos cientos de casos de violación de monjas por
parte de clérigos, embarazadas y obligadas a abortar, producidas en Burundi,
Brasil, Colombia, India, Irlanda, Nueva Guinea, Filipinas, Estados Unidos e Italia.
Circunstancia que motivó que el Parlamento Europeo dictara en 2001 la
Resolución "Sobre la violencia
sexual contra las mujeres y en particular contra religiosas católicas"
(3).
Y
si la historia no ayuda, tampoco su dios sanguinario. Ha sido Pepe Rodríguez
uno de los pocos estudiosos en sistematizar la descomunal violencia física,
psicológica y simbólica que contiene la biblia católica. Entre cientos y miles
son los versículos dedicados a matar o dar muerte violenta, apedrear, lapidar,
degollar, pasar a cuchillo, matar a filo de espada; relatos de guerras,
exterminios masivos, no dejar supervivientes, aniquilar, arrasar, destruir;
ejercer violencia contra las mujeres, violaciones, mujeres como botín, mujeres
prostituidas, asesinatos masivos de mujeres y niños, son los ejemplos de
defensa de la vida que figuran en el principal libro sagrado del catolicismo
romano (4).
Aunque
nada de eso cuenta para el papa argentino, mucho menos para sus seguidores.
Como se preguntaba un crítico alemán: “¿Acaso
los grandes números estremecieron alguna vez a los “creyentes” o hicieron
vacilar su imagen del mundo? ¿Acaso no se habituaron a la energía criminal de
los suyos? ¿Acaso no hablan duchos abogados de sus pastores supremos, de lo
“esencial” en el cristianismo, de la fe y del dogma, incluso de Dios, esa
última instancia de firme pero de inasible textura contra la que se estrellan
como contra un rompeolas las fechorías de los cristianos? Ya sabrá ese Dios
enderezarlo todo” (5).
3. El perdón papal:
violencia y manipulación disfrazadas de buenismo
La
charlatanería beata sobre el aborto - cuyo efecto inmediato ha sido hacer creer
y embobar – dejó al descubierto el aspecto más perverso - el del perdón -, cuyo
trasfondo psicológico tiene efectos devastadores, por supuesto, para las
mujeres.
El
psicoanalista Luigi De Paoli fue quien destacó la violencia que el pensamiento
y las acciones de los papas ejercen contra las mujeres, dentro de lo que llama
“amalgama violencia-amor”, es decir, una fórmula compuesta por las buenas
acciones de la iglesia sumada a la violencia extrema y sed de venganza que
nutre su doctrina, una especie de “sadismo celestial”.
Sostiene
que “Si una mujer (o una monja) sufre violación, está obligada por ley
eclesiástica (patriarcal) a completar un embarazo repugnante y a no ver
reconocidos sus derechos, porque los del feto son prioritarios. En la ideología
papal no pueden tener un peso igual los derechos de la mujer y los del otro, ya
se trate de feto, hombre o violador. El embrión tiene el derecho de convertirse
en persona, con libertad de pensamiento y acción, pero no así la mujer que ha
sido violada. Según el Magisterio, el violador puede, paradójicamente, forzar a
la mujer a “sacrificarse”, hasta el punto de tener que amar al embrión y
proveer a su mantenimiento.
A
esto conducen las premisas del Magisterio, fundamentadas sobre la dicotomía mujer víctima y hombre sacrificador, donde la mujer es una mera
subalterna del hombre (y del orden sacerdotal masculino) en virtud de leyes
presentadas como naturales y divinas.
La
autoridad eclesiástica, desde hace siglos, ha establecido una “cadena
asociativa” entre mujer-pecado-subordinación, así como varón-poder-violencia.
El pecado original se le achaca a Eva y la acción salvadora de Dios se realiza
por medio del sexo masculino. Los hijos de Dios tienen el monopolio de la
representatividad de Cristo, las hijas de Eva de del pecado” (6).
Es
decir, una mujer condenada biológicamente a adecuarse a cánones establecidos
por el poder androcéntrico, perdón incluido.
4. Interrupción del
embarazo: ¿asunto religioso, o problema de los estados laicos?
Sin
perjuicio de las contradicciones históricas del catolicismo romano, de su crónica
violencia institucional, de su autoridad vacía de contenido, y del estrepitoso
fracaso de su moral, la cuestión del aborto sigue más vigente que nunca por la
sencilla razón que no es un problema religioso sino jurídico, político y
social, de derechos humanos de las mujeres, que debe ser resuelto por los
estados. Cuestión temporal respecto a la cual la iglesia católica carece
totalmente de competencia.
Encuadrarlo
dentro de los derechos humanos permite asociarlo a un segundo problema: dentro
de los monoteísmos históricos, la violación de derechos de las personas (sobre
todo, de las mujeres), es un fenómeno de extraordinaria dimensión. Es decir, la
iglesia no sólo entorpece el ejercicio de derechos de los ciudadanos y
ciudadanas puertas afuera, entrometiéndose en asuntos estatales, invadiendo la
libertad de conciencia, sino que puertas adentro los viola sin ningún tipo de
miramientos, basado en el abuso de poder y el autoritarismo machista que impera
en ella.
No
es, entonces, un fatuo gesto de perdón, una mueca cursi, una parodia religiosa,
lo que las católicas (y no católicas), necesitan, sino que un anciano que sólo
representa a una oligarquía cruel y repugnante deje de entrometerse en la
conciencia y la libertad de decisión y elección de nuestras compañeras en este
mundo.
Y
sobre todo, si le queda algo de dignidad, debería aprender a cerrar la boca y
guardar silencio, cuando menos, para respetar a las miles de mujeres muertas
por realizarse abortos en la clandestinidad por su condición de pobreza que su
iglesia no se cansa de fomentar.
Notas
(1)
“El Papa explica el Jubileo de la Misericordia y el perdón del aborto”, en
www.zenit.org/.../el-papa-explica-el-jubileo-de-la-misericordia-y-el-perd...
(2)
Rubín, Sergio, “El mensaje del Papa Francisco provoca una revolución cultural”,
en www.clarin.com/.../mensaje-Papa-provoca-revolucion-cultural_0_99770...
(3)
“La Iglesia reconoce la violación sistemática de monjas por parte de curas y
misioneros en 23 países”, en www.sociedad.elpais.com/sociedad/2001/03/20/.../985042803_850215.html
(4)
Rodríguez, Pepe, Los pésimos ejemplos de Dios, Ediciones B, Barcelona, 2011, p.
84/85.
(5)
Deschner, Karlheinz, El Anticatecismo, Zaragoza, Yalde, 1990, p. 44.
(6)
De Paoli, Luigi, Psicoanálisis del Cristianismo, en www. www.feadulta.com/es/.../item/2065-psicoanálisis-del-cristianismo.html, p. 84