lunes, 13 de julio de 2015

EVO, BERGOGLIO Y FERRARI

La foto recorrió el mundo. La parafernalia religiosa que desató la visita del papa Francisco a Bolivia tuvo un momento álgido cuando Evo Morales le obsequió al monarca católico un “crucifijo comunista”, tallado sobre la hoz y el martillo.
La cara desencajada del papa, indisimulable, dicen que fue seguida de un “eso no está bien”. A renglón seguido, vino la clásica relectura del vocero del Vaticano. Pero Bergoglio, en su infinita demagogia y fingimiento, tuvo que “tragarse el sapo”.
La intención del primer mandatario boliviano fue recordar que dicha imagen fue elaborada por un cura jesuita que, horas antes, había sido homenajeado por Francisco: Luis Espinal, clérigo opositor a las dictaduras militares bolivianas.
"El padre Espinal ha estado con los pobres, ha sido torturado antes de ser asesinado. Ese padre ha diseñado, ha tallado, ha hecho la cruz con la espada y la hoz. No es invento de Evo Morales, solo estamos recuperando ese mensaje del padre Luis Espinal", sostuvo el presidente.
La anécdota, permite recordar no sólo cómo la Iglesia Católica ha manipulado las imágenes religiosas, en contra del mandato bíblico, sino también rememorar el reciente pasado “iconoclasta” de Bergoglio contra el artista León Ferrari.

Del “No te harás imágenes”, a la religión idolátrica

Dice Pepe Rodríguez, “… el catolicismo es una religión idólatra, por eso la Iglesia – que creció adoptando mitos y ritos paganos y se extendió entre gentes habituadas a la idolatría – para poder conquistar la devoción de las masas incultas, tuvo que borrar de su doctrina la prohibición divina de adorar imágenes” (1).
Basta con comparar el Decálogo original que figura en el Antiguo Testamento (Dt 5,7-21) con la versión del catolicismo romano para corroborar lo dicho. El segundo mandamiento lo eliminaron de un plumazo.
La explicación oficial proviene del Concilio de Nicea (787), volcado al Catecismo, donde se justificó el culto a las imágenes en una nueva “economía” de ellas. Pura manipulación de los representantes de lo sagrado que, dentro de la lógica religiosa, del hecho cultural de la religión, podría ser entendible. No obstante, y aunque lo nieguen, el comportamiento institucional y de no pocos creyentes es idolátrico.
El autor citado recuerda que la iglesia “para ocultar la eliminación del segundo mandamiento ha recurrido a la astucia de unir el primero y el segundo en uno solo, pero usando después sólo el texto del primero, con lo que hizo desaparecer la prohibición de dar culto a las imágenes” (2)
Es que como sostiene el teólogo José María Castillo, la religión no se reduce a la relación entre el hombre y una deidad, sino que implica también una “relación mediada” con los representantes de lo sagrado, entre cuyos efectos se encuentran la sumisión y el sometimiento a las disposiciones de la autoridad, en nuestro caso, a las imágenes.
Aunque en el caso del catolicismo romano la existencia de “autoridades” tiene que ver más con la sed de poder de la casta clerical, que de un mandato del no católico y no clérigo Jesús de Galilea.

La venganza de León Ferrari

Corría el año 2004 cuando el artista León Ferrari inauguró una muestra en el Centro Cultural Recoleta (CCR). Se denominó “Retrospectiva: Obras 1954-2004” e incluía diversas obras, heliografías, collages, hasta las series del año 2000, tituladas “Ideas para infiernos”, que contienen figuras de santos, vírgenes y Cristos dentro de licuadoras, tostadoras, sartenes y ollas. Cabe aclarar que la muestra se hizo en una institución pública donde se advertía a los concurrentes que la “sensibilidad religiosa” podía verse afectada.
¿Qué autoridad eclesiástica encabezó la campaña del fundamentalismo religioso contra la muestra? Jorge Mario Bergoglio fue quien la lideró, calificándola de blasfema, celebrando misas de desagravio, y ejerciendo un fuerte lobby ante las autoridades públicas, quienes no cedieron al contar con el apoyo de la ciudadanía y la comunidad artística. Su autoritarismo lo llevó a escribir una “carta pastoral”.
La censura inquisitorial de Bergoglio fracasó. Once años después, tuvo que someterse a una imagen “heterodoxa” - el “crucifijo comunista” -, ideado por un sacerdote de su propio cuño. Su propia demagogia e hipocresía le jugaron una mala pasada. No hay declaraciones de blasfemia.
Ganó Ferrari. 

Iglesia sedicente

La operación de marketing iniciada por el Vaticano tendiente a dar un giro de 360° en la imagen del papa católico tiene estos riesgos. Desesperados por cambiar su rol incrementaron el culto al líder (otra forma de idolatría), potenciado por el populismo, chabacanería y demagogia del propio Bergoglio.
Pero el riesgo no se reduce a eso. Hay más. La idolatría que está en el ADN católico romano, se refuerza con el sincretismo religioso que goza de muy buena salud, a pesar del mandato bíblico. No sería de extrañar que el “crucifijo comunista” fuera bendecido, como muestra que en la religión católica nada es original y todo fue “adaptado” a su cultura.
A su vez, el peligro de aceptar el crucifijo se observó en el propio Francisco. Como bien lo señala Fernando Lozada, para entender la cara de Bergoglio frente el presente de Evo Morales hay que leer la encíclica Divini redemptoris, del papa Pío XI, sobre el comunismo ateo.
Pero eso a los católicos no les interesa. Lo que importa es idolatrar el líder. Como decía Deschner “lo que para los creyentes está en juego no son los problemas históricos, filosóficos o éticos, ni tampoco la verdad o, para ser más honestos, la verosimilitud” (3).
El primer papa latinoamericano fue quien confirmó, aceptando el “crucifijo comunista”, la sedicente vida del creyente que, en nuestras épocas, se nota más que nunca.

Notas
(1) Rodríguez Pepe, Mentiras Fundamentales de la Iglesia Católica, 2011, Barcelona, Ediciones B, p. 431.
(2) Op. cit.

(3) Deschner, El Anticatecismo, 1996, Zaragoza, Yalde, p. 45