domingo, 16 de octubre de 2016

FRANCISCO: JEFE DE LA OPOSICIÓN

Segunda visita del presidente Macri al papa católico romano. El pathos de la relación -supuestamente - ha cambiado, porque las partes han hecho contribuciones para mejorarla.
Los aportes tienen que ver con la disposición del pontífice para garantizarle gobernabilidad al presidente, ordenándole que lleve a cabo una serie de actos políticos que considera clave para la pacificación social y desarrollo económico del país: la creación de la Mesa de la Producción y del Trabajo, es uno de ellos. Macri cumplió su parte. Bergoglio, también: desactivar, al menos momentáneamente, un paro de la CGT.
¿A qué fue el presidente? El primer motivo, participar en la canonización de un cura argentino, legitimando con su presencia la fábrica de hacer santos que tiene la multinacional religiosa y con la cual lucra sistemáticamente desde el siglo IV dC. El segundo, reunirse con al papa a solas, para hablar de política nacional e internacional.
Sin embargo, la cultura del encuentro que finge Bergoglio es, para no perder su espíritu falsario, selectiva. Pidió expresamente que no viajara el jefe de gabinete de ministros.
¿Garantizar gobernabilidad? Su principal exégeta lo dejó muy claro: “Vera declaró que el Obispo de Roma "impedirá un estallido social en la Argentina" y "ayudará para que (Mauricio) Macri pueda concluir su mandato" en 2019”; la reunión irá bien porque el Presidente está apostando por un mayor gradualismo". "Hoy el Papa le está marcando el camino más correcto" a Macri para que "empiece a gobernar con concertación, con grandes consensos, como en Europa" (1).
Pero, ¿desde cuándo un monarca teocrático, jefe de un estado extranjero, legitima a las autoridades republicanas argentinas, marcándoles el camino?
El encuentro no representa otra cosa que una nueva vuelta de tuerca al clericalismo político que impera en el país, una de las causas del estrepitoso fracaso de las instituciones republicanas y democráticas y de la decadencia social que padecemos.
Confirma, además, el rol político opositor de Bergoglio y la eterna minoría de edad de la clase política argentina, sedienta de veedores y carente de autonomía intelectual.
1. Néstor Kirchner tenía razón
Por su infinito doble discurso y accionar político, el papa argentino ha ratificado el rol que le atribuía el ex presidente Néstor Kirchner: ser el "jefe espiritual de la oposición política".
Sea porque no le gustaban las homilías y discursos del cardenal (que sentía como un ataque a su gobierno, sobre todo, en materia de igualdad); sea porque la oposición al gobierno K desfilaba por el despacho curial, lo cierto es que el ahora papa siempre gustó de ejercer un rol que su propia institución niega. Es más, su demagogia crónica le hace cometer sincericidios como cuando les manifestó a los jueces argentinos reunidos en el Vaticano que "no cabe el adagio de la ilustración, de que la iglesia no deba meterse en política" (2).
Y la coalición gobernante Cambiemos - con un líder nihilista en su faz ideológica -, debe soportar una oposición que no está acostumbrada a serlo y que, ante su profunda crisis interna, decidió alinearse con el papa católico, también peronista.
Calificado como “compañero Papa” por un genial periodista porteño, Bergoglio ha convertido a los referentes del movimiento histórico en mandaderos suyos.
“No sé si el Compañero Papa lo va a asumir, pero sin duda el peronismo ya ha decidido que quiere ser adoptado por él. Sutilmente lo expresan sus protagonistas. No pasa un día sin que algún dirigente cite una frase papal. Desde la CGT hasta D’ Elía y desde los renovadores hasta el kirchnerismo duro pasando por Pichetto, Scioli, Moreno o Domínguez.
Ya nada ocurrirá en el PJ que contradiga al Sumo Pontífice. El que tenga alguna duda, que le pregunte a Aníbal Fernández” (3).
A tal punto pasa el alineamiento del justicialismo con Bergoglio que ha surgido hace unos días el grupo Laudatos que nuclea a un grupo de políticos – en su mayoría de ese partido -, sindicalistas y empresarios que elaboró un documento en base a las similitudes de la encíclica de Francisco "Laudato si" con el “Modelo Argentino” ideado por Perón en la década del 70.
2. Lío católico en la política argentina
Si en Medio Oriente la religión monoteísta mata, en Occidente divide. No en vano el escritor satírico irlandés Jonathan Swift decía: “Tenemos la suficiente religión para odiarnos, pero no para amarnos los unos a los otros”.
El catolicismo es experto en la materia, tiene larga tradición en dividir a las sociedades y Francisco no es la excepción. Católicos/macristas enfrentados a católicos/peronistas, ¡por el propio papa!
El enfrentamiento no es sólo en la ideología sino en la praxis. La furia de los gorilas (como gustan llamar sectores K, a los no K), se desató hace tiempo por un rosario que el papa regaló a una líder social detenida en circunstancias procesales, por lo menos, dudosas.
Pero la balanza del papa en este punto no es equitativa. Como buen populista, la inclina hacia el modelo político-eclesial con el que se siente más identificado y que no es el que se practica en Recoleta sino en los sectores excluidos. Está a favor del pueblo bueno, cuya pobreza le otorga una autoridad moral que no tienen los católicos ricos e instruidos.
Magistralmente, Loris Zanatta hizo foco en la cuestión: “Es así como el Papa contrapone el pueblo bueno y solidario a una oligarquía depredadora y egoísta. Una oligarquía transfigurada, carente de rostro y nombre, esencia del Mal en cuanto rinde culto al dios pagano del dinero: el consumo es consumismo; el individuo, egoísta; la atención al dinero, adoración sin alma. Tal es el enemigo del pueblo para Bergoglio…” (4).
El enfrentamiento católico en la política argentina – una especie de caricato de farsa – tiene un protagonista casi héroe (Francisco), un pobre filisteo (Macri).
3. Clerodependencia de la clase política argentina
El viaje del presidente sigue la histórica línea de conducta de la clase dirigente, resultado de un fenómeno de vieja data y que alcanzara su más alto nivel en las dictaduras militares.
Naturalizar la presencia del clero católico en la cosa pública es un flagelo heredado de la Conquista, atribuyéndole a la iglesia católica un rol que no debería tener y que ha sido nefasto. Es una señal contundente del alto grado de atraso institucional en el que se encuentra el país.
Los sociólogos hace tiempo lo advierten. El continuo proceso de secularización de la sociedad no es acompañado por otro de laicización de las instituciones, ya que en la visión que la dirigencia política proyecta del estado, la laicidad no es un componente constitutivo (Mallimaci).
El resultado está a la vista: empobrecimiento de las instituciones democráticas; infantilismo y minoría de edad de la clase política; anulación de la autonomía de los ciudadanos y ciudadanas; entorpecimiento del clero en las políticas públicas; república laica mancillada sin hesitación.
Pero, si el papa peronista está a favor de los pobres y más necesitados, de la inclusión social, en contra del capitalismo salvaje. ¿Qué tiene de malo eso? Dicho así, nada de malo.
Sin embargo, la multinacional religiosa nunca colabora de modo aséptico. Defiende sus intereses políticos y económicos y los riesgos que corren las democracias débiles como la argentina son muy altos.
Profundizar el clericalismo político y la clerodependencia implica no sólo ensombrecer las libertades públicas y restringir derechos humanos, sino convertir al papa católico en veedor de la república, con el peligro adicional que la moral católica sea elevada a moral del Estado, como sostiene el filósofo italiano Paolo Flores d’Arcais.
¿La democracia argentina tutelada por la religión católica y su iglesia? La clase dirigente parece empecinada en fortalecer esa idea, haciendo gala de una amnesia, ignorancia y estulticias sublimes.
La hipoteca sería tan grande como aciaga: hacer prevalecer los intereses del papa católico sobre los de la sociedad plural y laica.
Y es sabido que gobernar con el catecismo católico, en vez de la Constitución, significa el recorte de libertades públicas y la anulación de las autonomías de los ciudadanos y ciudadanas que deberían ceder ante los representantes de una religión totalitaria e invasiva.
Dicho de otro modo, y como parece vaticinar el referido filósofo: “La soberanía de Dios, en sustitución de la soberanía de las existencias individuales concretas, sólo promete una multiplicación de Jomeinis” (5).


Notas
(1) Gustavo Vera: "El Papa impedirá un estallido social en la Argentina", en  http://www.infobae.com/politica/2016/10/13/gustavo-vera-el-papa-ayudara-para-que-macri-pueda-concluir-su-mandato/
(2) El papa Francisco a los jueces: "Yo sé que sufren presiones y amenazas", en http://www.infobae.com/2016/06/03/1815952-el-papa-francisco-los-jueces-yo-se-que-sufren-presiones-y-amenazas/
(3) Alejandro Borensztein, Luche y vuelve el Compañero Papa, en www.clarin.com/opinion/Luche-vuelve-Companero-Papa_0_1665433441.html
(5) Paolo Flores d’Arcais, El desafío oscurantista, Anagrama, Barce

lunes, 3 de octubre de 2016

MACHISMO RELIGIOSO

Los femicidios ocurridos en nuestra provincia han merecido el repudio de la sociedad entera, incluso, el de los dos obispos católico-romanos que residen en Mendoza quienes con lágrimas de cocodrilo manifestaron su cercanía espiritual con las víctimas y sus familiares.
Invocamos el antiguo refrán popular – emblema del cinismo universal – no sólo para sacar a la luz el sistemático proceder de la iglesia católica en cuanta materia social se trate, sino para recordarle a los monseñoratos - a quienes la sociedad argentina paga un sueldo gracias a una ley del genocida Videla -, que la institución que presiden es una de las usinas universales de la violencia patriarcal.
Cabe recordar que los sujetos en cuestión forman parte de una monarquía teocrática, sexista, dirigida por varones, en su mayoría gerontes y donde las mujeres tienen un rol insignificante producto de la discriminación por su género.
No sólo eso. En la iglesia que presiden, se encuentran todos y cada uno de los tipos y modalidades de violencia contra las mujeres enumeradas en los artículos 5 y 6 de la ley 26.485. Sea en su organización, funcionamiento e ideología totalitaria.
Si bien los tres monoteísmos históricos se llevan mal con las mujeres, enfoquemos la cuestión en el cristianismo en su rama católica-romana, que fue la religión impuesta en estas tierras.
1. Derechos humanos de las mujeres: inexistentes
Como es sabido, la Santa Sede/Vaticano - dos caras del mismo demonio -, no son ejemplos en materia de respeto de los derechos humanos. De 103 instrumentos internacionales, sólo han suscripto poco más de una decena. El último, la Convención contra la corrupción, fue ratificada 13 años después de haber sido dictada porque el aguantadero de lavadores de dinero que lucran con su Banco Central no podía continuar. Está por verse.
Hasta la fecha sigue sin adherir a la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y como la ideología que la nutre es generada por el machismo en versión clerical, tampoco ha adherido a la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer.
Amparados en una ficción – el Derecho Divino – su gobierno oligárquico considera que la fundamentación de los derechos humanos tiene una base antropológica y jurídica que no admite la trascendencia, por lo tanto, no tienen por qué adherir. Lo que no se dice, es que el derecho divino siempre es mediado por varones, es decir, sujeto a interpretación y manipulación de los machos-obispos, como acertadamente los califica el médico psiquiatra Enrique Stola.
2. Misoginia institucionalizada
La violencia contra la mujer es marca registrada en el catolicismo romano. Se debe a que los usurpadores del poder institucional – el clero – abandonaron sin prurito alguno el pensamiento de quien afirman fue su fundador.
El movimiento igualitario del primer cristianismo fue suplantado por un modelo misógino apuntalado por personajes nefastos como San Agustín, un prostituyente devenido en casto; el misántropo Santo Tomás de Aquino, quien en la Suma Teológica hacía apología de la sumisión servil de las mujeres hacia los maridos, en la que fueron “colocadas por la naturaleza, porque la naturaleza misma ha otorgado al hombre más discernimiento”. Agrega el autor al papa León XIII quien en la encíclica Inmortale Dei anuncia a las mujeres la “Buena Nueva” de los “varones” (1).
La violencia que sufren las mujeres dentro de la iglesia católica también ha sido destacada por el teólogo español Juan José Tamayo – condenado y censurado por el Vaticano – quien ha señalado cómo el patriarcado clerical coloca a las mujeres en una situación de subordinación y sometimiento: No son consideradas sujetos morales, porque la doctrina moral la elaboran varones conforme a unos principios patriarcales. No son sujetos teológicos porque la doctrina teológica también la elaboran varones, a partir de una Congregación para la Doctrina de la Fe que impone una autoridad que no necesariamente es la que mejor responde al espíritu originario del cristianismo. No son sujetos religiosos ya que no pueden acceder a la esfera de lo sagrado si no es través de la mediación de los varones (sacerdotes, obispos, papa…). No son sujetos eclesiales ya que no pueden ejercer funciones directivas, ni asumir puestos de responsabilidad en la comunidad cristiana, sin estar supervisadas por un sacerdote, que es varón” (2).
La violencia de género no sólo se refleja en aquellos aspectos. Jurídicamente, el Código de Derecho Canónico se encarga de tutelarla al abordar el estatuto jurídico de los laicos. Surge más claramente si se lo compara con el que tienen los clérigos. Es decir, la igualdad jurídica y de trato hacia las mujeres no existe en el catolicismo romano.
3. Imágenes femeninas: construidas por el machismo clerical
Como señala la doctrina oficial católica, la mujer no es ni puede ser imagen de Cristo. Entonces, ¿cuáles son las imágenes que el machismo clerical ha construido a lo largo de su historia?
Cuatro son las que estudiosos como Guy Bechtel destacan, ellas son: la puta, la bruja, la santa y la tonta. Cualquiera de ellas puede encontrarse en las escrituras que los obispos consideran sagradas, como también en elaboraciones teológicas posteriores al canon bíblico.
La imagen de la santa remite directamente a la de la virgen. Pero acá también hay una grosera manipulación del machismo clerical. Deschner lo explica con claridad:
“Así que únicamente María, pura, sin mancha, virgen ante partum, in partu y post partum, se convirtió al final en la gloriosa antagonista —en todo— de Eva, de la pecadora, de la culpable, de la compañera de la serpiente —es decir, del falo—, de la mujer. Y cuanto más se ensalzaba a la Virgen, tanto más se degradaba a todas las mujeres (naturales y vivas). Por una parte, una incomparable hiperdulía; por la otra, una difamación casi infinita. Ambas cosas mantenían una inconmovible reciprocidad” (3).
Aquello es poco. El machismo clerical también se extendió a la virgen - la valquiria más importante del catolicismo - convirtiéndola en instrumento del patriarcado: “esclava del Señor” y “sierva de Dios”, es decir, del sacerdote”, según el teólogo alemán.
¿Eso quiere decir que en el catolicismo romano existe una sola visión de la mujer, construida sólo por varones machistas? Por supuesto que no. Surge, pues, la perspectiva feminista de católicas comprometidas, que intentan darle coherencia a su religión rompiendo los cánones machistas fijados por el clero. La larga lista de teólogas censuradas, sobre todo por el tándem Juan Pablo II-Benedicto XVI, es un ejemplo.
El problema es que el feminismo católico, crítico del androcentrismo interno, es repudiado por el poder eclesiástico-machista. No existe ni existirá con ellas “cultura del encuentro”.
Surge acá lo que los obispos llaman “ideología de género”, un enemigo declarado del machismo clerical y contra el cual no retacean en insultar cada vez que pueden y al que le atribuyen la disolución de la familia (versión clerical), e ir contra la naturaleza de los sexos. Precisamente, el modelo de familia que contribuye al mantenimiento de la estructura social patriarcal y a la subordinación incondicional de las mujeres.
4. Lobby machista-clerical contra las mujeres. El papel de Bergoglio
Con aquel bagaje discriminatorio y violento, la iglesia hace lo imposible por impregnar la cultura de la sociedad secularizada y los obispos pretenden influir en las políticas públicas de los estados, siempre y cuando encuentren sectores políticos serviles que hacen de la ignorancia su bandera.
Se observa en aquellas leyes y políticas que tienen que ver con la autonomía de las mujeres, sean para ejercer su sexualidad, o disponer de su cuerpo ¡Nada de disponer del cuerpo!, salvo para flagelarse en un convento de monjas, ahí sí tienen permiso y se les concede libertad de elección y decisión.
Por su parte, Bergoglio, aparentando apertura, trata de acercarse al colectivo femenino mediante la creación de una comisión interna que estudiará los antecedentes del diaconado.
Pero su demagogia es brutal. De instaurarse, las diaconisas serán subalternas de curas, obispos, cardenales y del propio papa, perpetuando el estado de humillación y servidumbre, en palabras del teólogo español.
5. Lágrimas de cocodrilo: los neofariseos con sotana fingen dolor
Dice el escueto - y no menos hipócrita - comunicado emitido por los obispos:
“Nos debemos un debate sereno y honesto, haciéndonos cada uno cargo de la cuota de responsabilidad que podamos tener en esta lamentable situación en la que nos encontramos y en buscar los medios eficaces para revertirla” (4).
Pasando por alto la cursi fraseología eclesiástica, se les podría preguntar cómo y cuándo se harán cargo de la cuota de responsabilidad que tienen en la generación de violencia patriarcal. Si podrán abandonar el fariseísmo - que causa náuseas a la sociedad secularizada - y trabajar para que su religión deje der ser causa estructural de la violencia contra las mujeres.
Sostiene De Paoli: “La autoridad eclesiástica, desde hace siglos, ha establecido una “cadena asociativa” entre mujer-pecado-subordinación, así como entre varón-poder-violencia. El pecado original se le achaca a Eva y la acción salvadora de Dios se realiza por medio del sexo masculino. Los hijos de Dios tienen el monopolio de la representatividad de Cristo, las hijas de Eva la del pecado” (5).
Las causas de la violencia contra las mujeres en la sociedad son numerosas. Todas se generan dentro del sistema patriarcal del cual la iglesia católica, con sus dogmas, doctrinas, imágenes y ritos, es uno de sus pilares históricos.
No en vano, el genial teólogo español citó a la filósofa feminista Mary Daly para ilustrar la vergonzosa discriminación y violencia que padecen las mujeres en el catolicismo romano: “Si Dios es varón, entonces el varón es Dios”. ¡Patriarcado en estado puro! (6).


Notas
(1)   De Paoli, Luigi, Psicoanálisis del Cristianismo, en http://www.ildialogo.org/parola/approfondimenti/PsicoanalisisdelCristianismo.pdf
(2)  Tamayo, Juan José, Otra teología es necesaria, en http://www.atrio.org/author/juan-jose-tamayo/ 
(3)  Deschner, Karlheinz, Historia Sexual del Cristianismo, p. 120,   http://www.ignaciodarnaude.com/textos_diversos/Historia%20Sexual%20del%20Cristianismo,K.Deschner.pdf
(4)   “Cercanía espiritual con las víctimas”, http://www.mdzol.com/opinion/696744-cercania-espiritual-con-las-victimas/
“Sin hablar de "femicidio", la Iglesia llamó a un "debate sereno", en http://www.mdzol.com/nota/696746-sin-hablar-de-femicidio-la-iglesia-llamo-a-un-debate-sereno/
(5)  Ibídem.
(6)  http://www.redescristianas.net/mujeres-diaconisas-y-subalternasjuan-jose-tamayo-director-de-la-catedra-de-teologia-y-ciencias-de-las-religiones-universidad-carlos-iii-de-madrid/




lunes, 7 de marzo de 2016

FEMICIDIO Y RELIGIÓN

Los recientes femicidios de dos jóvenes mendocinas han vuelto a traer al debate público un flagelo social que parece no tener fin. Un sinnúmero de análisis, opiniones y declaraciones en diversos escenarios y foros claman por ponerle un punto final. Sobre todo, se enfatiza en el necesario cambio cultural que la sociedad en general, y los varones en particular, debemos llevar a cabo.
Ahora bien, el cambio cultural implica analizar los distintos componentes que alimentan el flagelo y entre ellos nos encontramos con el religioso.  
Sostener que las religiones son la causa de los femicidios sería injusto y convertiría el análisis en mero reduccionismo. Por el contrario, ante la muerte, muchas veces la religión es un bálsamo no sólo espiritual sino psicológico que permite a los deudos encontrar un legítimo consuelo.
Sin embargo, la religión como hecho cultural no debería pasar desapercibida como usina generadora del sistema patriarcal y su hijo dilecto, el machismo, con una cuota no menor de responsabilidad en la violencia que las mujeres padecen diariamente en cualquier parte del planeta. Alcanza con acercarse a los sistemas doctrinarios y jurídicos de los tres monoteísmos históricos – cristianismo, judaísmo e islam – para comprobarlo.
Si enfocamos en el primero, siglos de existencia del sistema denominado civilización occidental y cristiana han permitido la imposición de una cosmovisión donde la imagen y el papel atribuido a las mujeres no ha sido el más favorecido, en especial, por el fenomenal bagaje de violencia simbólica que contiene.
En palabras del teólogo José María Castillo, la religión como hecho cultural comprende ritos, liturgias, templos, música, atuendos, símbolos, procesiones, pero también un componente doctrinario e ideológico que, en el caso del catolicismo romano, religión totalitaria e impuesta en nuestro continente, es también dogmático y clericalizado.
Aquel componente doctrinario podría ser – como veremos a continuación - la pata religiosa de la cultura que sirve de caldo de cultivo a los femicidios.

1. Las escrituras “sagradas”: un compendio de violencia contra las mujeres
Dice el Catecismo católico (N° 95): «La santa Tradición, la sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros; los tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas» (1).
En primer lugar, el prudente plan de Dios lo encontramos en la biblia, conjunto de libros que no trata muy bien que digamos a las mujeres, sobre todo, en el Antiguo Testamento. Fue Pepe Rodríguez quien sistematizó la cantidad de versículos donde campea a sus anchas la violencia contra ellas. En total destacó 96 versículos entre violaciones (11), tratar a las concubinas como objetos sexuales (39), las mujeres como botín (19), prostituidas (9), como también asesinatos masivos de mujeres (18) (2).
Antiguo Testamento que sigue vigente, conforme la Constitución dogmática Dei verbum, sobre la divina revelación, que dice en su N° 14: “La economía, pues, de la salvación preanunciada, narrada y explicada por los autores sagrados, se conserva como verdadera palabra de Dios en los libros del Antiguo Testamento; por lo cual estos libros inspirados por Dios conservan un valor perenne: "Pues todo cuanto está escrito, para nuestra enseñanza, fue escrito, a fin de que por la paciencia y por la consolación de las Escrituras estemos firmes en la esperanza" (Rom. 15,4)” (3).
Texto actual se haga una lectura literal o por géneros literarios. Da igual. La violencia contra las mujeres, que el cristianismo versión católico-romana consagra en la primera parte de la biblia, es sagrada.
Mientras que en el Nuevo Testamento aparece el estereotipo de la virgen, una valquiria plagiada de otras religiones orientales, donde según el autor precedente, nacer de una virgen fertilizada por Dios era un mito pagano muy corriente en el mundo antiguo anterior a Jesús.
Si la biblia católica – manipulada a más no poder por el alto clero - les impuso a las mujeres el estereotipo de virgen (también madre), sus teólogos le sumaron el de la puta, la bruja, la santa y la tonta, según sostiene Guy Bechtel. Y siempre como consecuencia de su debilidad e inferioridad original.
Resulta una obviedad decir que en la teología oficial, elaborada por el clero machista y patriarcal, el conjunto de mujeres cristianas con autonomía intelectual y moral, o admitidas con trato igualitario por el Galileo, están bien olvidadas en sus archivos.     

2. Religiones e igualdad de derechos de las mujeres: una quimera
Si es grave que en nuestra cultura se sigan admitiendo los patrones estereotipados de las religiones que alimentan la violencia contra nuestras compañeras en la vida, mucho peor aún es lo que sucede en materia de derechos, avalado por los sistemas jurídicos religiosos. Con observar lo que sucede en el islam alcanza y sobra.
Pero el catolicismo romano no la va en zaga. Hay que tomar aliento para leer el esperpento normativo llamado Código de Derecho Canónico, usina jurídica que convalida el trato discriminatorio de las mujeres por el hecho de serlo, en especial, en materia de acceso a puestos de dirección y sacerdocio.
Fue el teólogo Juan José Tamayo quien sintetizó el papel de las mujeres en la religión católica: “No son consideradas sujetos morales, porque la doctrina moral la elaboran varones conforme a unos principios patriarcales. No son sujetos teológicos porque la doctrina teológica también la elaboran varones, a partir de una Congregación para la Doctrina de la Fe que impone una autoridad que no necesariamente es la que mejor responde al espíritu originario del cristianismo. No son sujetos religiosos ya que no pueden acceder a la esfera de lo sagrado si no es través de la mediación de los varones (sacerdotes, obispos, papa…). No son sujetos eclesiales ya que no pueden ejercer funciones directivas, ni asumir puestos de responsabilidad en la comunidad cristiana” (4).
Con aquella impronta, el catolicismo sale a la esfera pública a impregnar la cultura, y como es obvio, utiliza su brazo secular - que actúa infiltrado o no en los órganos de los estados - para negar derechos, juzgar conforme sus estereotipos, o gobernar anteponiendo los intereses del clero al de la sociedad.
No es de extrañar que aquellos cuadros que gestionan la cosa pública fácilmente violen la ley 26.485 - de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales-, ya sea fomentando la violencia psicológica o simbólica, o avalando las modalidades de violencia institucional, laboral, contra la libertad reproductiva u obstétrica.

3. ¿Podrá cambiar la religión?
Las religiones no son la causa de los femicidios, pero el componente cultural-religioso que los fomenta es indudable. ¿Qué aportes podrían hacer? ¿Alcanza con encender una vela, un responso, o hacer declaraciones dirigidas a los sentimientos? Estos gestos sólo alcanzan para acompañar solidariamente y respetar el dolor de los familiares, lo que no es poco, pero no suficiente.
Cambiar la cultura que sirve de caldo de cultivo a los femicidios también exige un cambio en las religiones, en su organización, funcionamiento, pero sobre todo, en su componente doctrinario. Máxime cuando utilizan al estado y a la educación para bombardear a la sociedad con tradiciones y costumbres de ese cuño y con pretensiones de naturalizarlas. De ahí la responsabilidad que tienen los credos en eliminar de raíz todos aquellos aspectos de sus propios idearios que impliquen violencia contra las mujeres.
¿Se animarán a hacer sus cambios internos para no seguir insuflando la cultura patriarcal y machista, causa primera de los femicidios?
¿Querrán hacerlo?

Notas
(1) http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p1s1c2a2_sp.html#I La tradición apostólica
(2) Rodríguez, Pepe, Mentiras fundamentales de la  iglesia católica, ediciones B, Barcelona, 2011, p. 85.
(3) www.vatican.va/.../hist.../vat-ii_const_19651118_dei-verbum_sp.html 

(4) Tamayo, Juan José, Otra teología es necesaria, en http://www.atrio.org/author/juan-jose-tamayo/ 

domingo, 14 de febrero de 2016

SPOTLIGHT Y LA OMERTÁ CLERICAL

Dos hechos relevantes en materia de abusos sexuales del clero católico han sucedido en estos días. El primero, tiene que ver con el estreno del film Spotlight, que narra el trabajo de investigación que periodistas del periódico Boston Globe llevaron a cabo para descubrir la red de encubrimiento clerical respecto a miles de abusos sexuales.
El segundo, tiene que ver con la visita del papa Francisco a México que, como todo viaje al exterior de un monarca católico, se lo barniza con un color religioso, apostólico, pero que tiene motivaciones y objetivos políticos, sociales y económicos bien determinados.
El problema en México tiene aristas especiales. Es que en ese país vivió el megalómano y delincuente llamado Marcial Maciel Degollado, fundador de la asociación seglar Regnum Christi y de la secta Legionarios de Cristo (eufemísticamente llamada “Millonarios de Cristo”, por su voracidad por el dinero), un sinvergüenza que no sólo abusaba de seminaristas sino de sus propios hijos, a quienes también drogaba. Su protector (y encubridor), fue Juan Pablo II.
La doble vida del cura salió a la luz luego de su muerte, cuando sus herederos reclamaron la herencia. Que los curas tengan doble vida es un fenómeno de vieja data en el catolicismo romano, donde no pocos obispos les dan el guiño con tal que no abandonen la institución y no haya escándalo. Mantener pareja e hijos en la clandestinidad es moneda corriente, no importando la orientación sexual del cura.
La otra arista es la del cardenal Norberto Rivera Carrera, una “eminencia” en encubrir a curas abusadores de su país. Uno de los casos más relevantes fue el del sacerdote Nicolás Aguilar a quien – con la complicidad del arzobispo de Los Ángeles Roger Mahony – se lo protegió para que no rindiera cuentas ante la justicia mexicana. Las víctimas de este abusador fueron 26. El cardenal fue íntimo amigo de Maciel.
No debe llamar a engaño la época en que el azote de los abusos sexuales tomó estado público. Forma parte del ADN del clero católico romano, y su encubrimiento, el sistema que impregna la institución. Que se haya conocido con impulso a partir del año 2000, como lo narra la película, no significa que no existiera desde tiempos pretéritos.
Desde el obispo Atenágoras (177) y los concilios de Elvira (305) y Ancira (314), pasando por los libros Penitenciales (como el del arzobispo Egberto del siglo VIII, luego atribuido a Beda, el Venerable) y el Liber Gomorrhianus, escrito por Pedro Damián en 1051, hasta el Decreto de Graciano publicado en 1140, y la bula Horrendum del papa Pío V en 1568, puede observarse la vasta extensión y profundidad del problema. El propio Dante Alighieri hizo referencia a la cuestión en La Divina Comedia   
Al histórico flagelo se le sumó un agravante: el modo de solucionarlo. La institución fue más exigente cuando comenzaron a surgir los delitos, mientras que con el devenir del tiempo el secretismo y ocultamiento fueron la política para enfrentarlo. El iniciador de este nefasto comportamiento fue José de Calasanz, fundador de los Escolapios.                
Secretismo, ocultamiento y silencio, son los ejes sobre los que funciona la institución en la materia y sus consecuencias no son otras que el abuso de poder, la denegación de justicia a las víctimas y un accionar ilegal, contrario al derecho internacional de los derechos humanos.
1. Spotlight, o cómo un medio de comunicación enfrenta al demonio clerical
Aquellas variables son las que el film muestra y todas responden al modus operandi que la Iglesia Católica sigue aplicando como si fuese un decálogo, en palabras del psicólogo español Pepe Rodríguez.
Entre las etapas del accionar delictivo de la institución señaladas por el autor se destacan el  inicio de acciones disuasivas con el agresor y la víctima; el encubrimiento del agresor y de los hechos antes de que afloren; la toma de medidas para reforzar el ocultamiento; la negación de los hechos cuando se hacen públicos; la defensa pública del agresor sexual y atribución de méritos; la descalificación pública de la víctima y de su entorno; la atribución paranoide de las acusaciones a campañas orquestadas por “enemigos de la Iglesia”; la protección del abusador sexual.
Aquellas etapas se desarrollan dentro del marco normativo eclesiástico, contrario al derecho internacional, cuyas características son la orden a las víctimas de guardar silencio; investigaciones marcadas por el secreto pontificio, dispuesto premeditadamente por sus propias normas; la privación a las víctimas de participar en los procedimientos de investigación; impunidad de la situación y trato vejatorio hacia aquellas.
No hay una sola garantía para las víctimas. Mientras se desarrolla el procedimiento canónico, perfectamente pueden seguir violando niños, niñas y jóvenes.
2. Las medidas de Francisco: reforzar la omertá clerical
El flagelo que la película muestra tan claramente continúa con la misma intensidad, a pesar de las medidas que el papa argentino ha tomado para reducirlo. Pero en este campo, como en los numerosos frentes de corrupción que tiene, los resultados son paupérrimos. Podría decirse que sus medidas han reforzado los códigos mafiosos de la institución.
El fingimiento no ha estado ausente: misas, encuentros con las víctimas (cuidadosamente seleccionadas para que no hayan sorpresas), vacíos e hipócritas pedidos de perdón, declaraciones sentimentaloides, son lágrimas de cocodrilo que lo único que producen es la revictimización y manipulación de las personas dañadas.
Las medidas de Bergoglio pasan, en primer lugar, por la creación de la Comisión Pontificia para la Tutela de Menores integrada por sacerdotes, teólogos, psiquiatras, abogados, donde se destaca la presencia de dos víctimas de abuso sexual: Marie Collins y Peter Saunders.
Esta comisión ya tuvo una crisis cuando el mencionado Saunders increpó al cardenal Pell calificándolo de sociópata y acusándolo de estar jugando con la misma. Como no podía ser de otro modo, fue separado días pasados como consecuencia de sus críticas respecto a la lentitud en el funcionamiento de la comisión, sus escasas respuestas al problema y porque intentó que una víctima del sacerdote chileno Fernando Karadima, abusador contumaz, expusiera ante ella. La obsecuencia y servilismo que imperan en cualquier organismo católico son enemigos de la crítica y la libertad de expresión. El desorden narcisista, prevalece.
La comisión que es sólo consultiva, sin ningún tipo de poder dentro del Vaticano, es una pantalla. Quieren demostrar que hay preocupación y acciones concretas, pero en la práctica cumple el mismo código mafioso de la institución religiosa, haciendo realidad una frase atribuida a Juan Domingo Perón, referente político de Bergoglio, quien decía: “Si quieres que algo no funcione, crea una comisión”.
Mientras tanto, el encubrimiento de abusadores y la denegación de justicia siguen intactos.
En segundo lugar, creó en 2015 un Tribunal para juzgar obispos que no hubieren escuchado a las víctimas - o bien sus familias, o cualquier persona que tenga noticias de la supuesta negligencia –, de modo que puede presentarse una denuncia a través de la Congregación de los Obispos, la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, o la Congregación de las Iglesias Orientales. Una vez estudiada la denuncia (de modo secreto,  anulando la participación de los denunciantes), se remite directamente al Vaticano, a la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Pero eso es una trampa perversa. Cualquier obispo que sea llevado a ese organismo dirá que fue la propia Congregación para la Doctrina de la Fe la que, oportunamente, ¡le dio las instrucciones para proteger a los curas pederastas!
Es un grosero engaño a las víctimas, propio de mentes facinerosas.  
3. Señales que refuerzan el statu quo  
Si las medidas comentadas profundizan el encubrimiento institucional de los abusadores, el propio papa se ha encargado de enviar señales que no hacen otra cosa que consolidarlo.  
Hablamos no sólo del aval a cardenales señalados como encubridores – y que formaron la “sucia docena” que participó del cónclave que eligió a Francisco – para formar parte de organismos vaticanos (Sean O'Malley, Oscar Rodríguez Madariaga, George Pell, por ejemplo), sino del nombramiento del sacerdote Juan Barros como obispo de Osorno, acusado de encubrir decenas de abusos sexuales, entre ellos, los llevados a cabo por el mencionado pederasta Fernando Karadima. Ante las duras quejas de los católicos de Osorno, dijo el papa: “Piensen con la cabeza y no se dejen llevar por acusaciones infundadas de los zurdos”, y mantuvo el nombramiento.
No menos bochornosa fue la salida en secreto de República Dominicana del nuncio vaticano Jozef Wesolowski, abusador de menores quien – oficialmente -, murió antes de que fuera enjuiciado por sus delitos, no por un tribunal imparcial sino en el Vaticano. Este delincuente, estaba protegido dentro de los muros vaticanos para que no rindiera cuentas ante las autoridades del país caribeño.
Y si hablamos del film Spotlight hay que decir que el responsable clerical de iniciar las investigaciones del periódico – cardenal Bernard Law – también fue sacado de Boston en secreto.
Juan Pablo II lo premió nombrándolo Arcipreste de la basílica romana de Santa María la Mayor. Apenas fue nombrado papa, y al visitar dicho templo, dicen que Francisco divisó a Law y - supuestamente - comentó a los que le acompañaban: "No quiero que frecuente esta Basílica".    
Han pasado casi tres años del episodio y no hay ningún indicio de que Francisco ponga a Law a disposición de las autoridades norteamericanas – que aún lo reclaman - por casi 1.000 casos de encubrimiento de abusos sexuales de niños y ocultamiento de información.
Finalmente, las afirmaciones del obispo Anatrella, consultor del Pontificio Consejo para la Familia y del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios, dejan en claro la atmósfera delincuencial que se respira en la materia.
En un documento interno sostuvo que “no es necesariamente el deber del obispo denunciar sospechosos a las autoridades, la policía o los fiscales en el mundo en el que toman conocimiento de estos delitos o hechos pecaminosos”, sino que corresponden a la víctima o su familia. Parece que el prelado tuvo un súbito ataque de amnesia y olvidó lo que su ley moral y el catecismo le obligan en los nros. 1950, 1954, 1955 y siguientes.
Sus palabras recuerdan la carta que el preboste y cardenal Darío Castrillón Hoyos le escribió en 2001 Pierre Pican, obispo de Bayeux, a quien dijo: "Lo felicito por no haber denunciado a un sacerdote a la administración civil. Lo has hecho bien y estoy encantado de tener un compañero en el episcopado que, a los ojos de la historia y de todos los obispos del mundo, ha preferido la cárcel antes que denunciar a su hijo-sacerdote".
4. Iglesia Católica: experta en tratos inhumanos y degradantes
Cien mil casos en Estados Unidos, según estimaciones de la organización SNAP (Survivors Network of those Abused by Priests); treinta y cinco mil en Irlanda entre 1930-2000, de acuerdo a los informes Ryan y Murphy, que además destacaron la connivencia entre la jerarquía eclesiástica, las autoridades del Estado, entre ellas la propia policía y la Fiscalía (mismo método que puede verse en Spotlight), son sólo dos ejemplos del alcance que tiene este nuevo genocidio llevado a cabo por la Iglesia Católica.
Argentina no es la excepción. Decenas de víctimas han presentado reclamos en diversos obispados y en ninguno de ellos se les ha garantizado el libre acceso a las actuaciones, el derecho a la información y la defensa en juicio. Y en el caso donde hubo respuesta del Vaticano, donde está involucrado un cura que un obispado del litoral argentino escondió una vez que tomó estado público la situación, la misma es tan arbitraria y absurda que no hizo otra cosa que confirmar el accionar ilegal de la institución y sus autoridades.
No en vano, el Comité contra la Tortura de Naciones Unidas en 2014 determinó que el Vaticano había violado la Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes, en los casos en que podía haber impedido abusos sexuales y no lo hizo.
Una nueva condecoración a nivel mundial en su largo historial de crímenes.
Abog. Carlos Lombardi

Asesor de la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual Eclesiástico de Argentina