El
escenario pesimista trazado en el párrafo precedente por el filósofo alemán Herbert
Schnädelbach es lo que el papa argentino trató de revertir en las Jornadas
Mundiales de la Juventud católica que esta vez tuvieron su sede en Brasil, el
país con mayor cantidad de católicos del mundo, no importando que esa mayoría
sea sólo nominal y que esté compuesta por todos aquellos a los que desde bebés
se le impuso la religión de sus padres, condenándolos a ser súbditos de un
monarca teocrático.
El
objetivo primario de Bergoglio, sacar a la institución del “ojo de la
tormenta”, mediante un cambio de imagen que incluye el propio rol de papa, tuvo
como punto de partida un festival de demagogia compuesto por gestos cuidadosamente
planificados, que guardaron continuidad con los llevados a cabo en el Vaticano.
En
esta oportunidad se manifestaron en un viaje “austero”, en la cercanía con los
periodistas acreditados, discursos empalagosos ante diversos públicos, abrazo a
adictos a las drogas en un hospital dirigido por franciscanos, visita a la
favela Varginha, mucho
llanto de niños, mucho pensamiento mágico, y altas dosis de “humildad” para
demostrar, por un lado, el costado humano del papa, y por otro, una institución
“cercana” a la gente.
Austeridad
que, salvo para los ingenuos y crédulos que por estos días abundan, no debería llamar
la atención si se tiene en cuenta que el papa argentino, como jesuita, realizó
votos de pobreza y siempre vivió así. No hay novedad ni sacrificio alguno en su
comportamiento. Tampoco en su visita a la villa de emergencia ya que también lo
hacía en Buenos Aires.
Las
masas respondieron con el efecto natural de toda conducta demagógica: el culto
a la personalidad del líder religioso estuvo presente con todas sus
características, como la adulación, la adoración unipersonal, y la recepción
sin crítica de sus expresiones, fenómenos que alimentarán los estudios y
análisis de los sociólogos de la religión.
Aquellas
actividades no sólo podrían considerarse pinceladas destinadas a blanquear el
sepulcro institucional que le dejó su antecesor - con ayuda del clero y un sector del laicado
sumiso y servil -, sino que en muchos de sus aspectos parecieron un gran deja
vu, algo ya visto en anteriores jornadas católicas y discursos papales.
Los
temas que abordó el pontífice romano pueden analizarse en dos planos: el
interno de la Iglesia Católica, y el relacionado con la sociedad laica y plural,
indiferente a las religiones, cada vez más lejos de una institución que en pleno
siglo XXI pretende funcionar como veedor social, por arriba de ciudadanos/as y
de los Estados.
1. El escenario interno
¿Cómo
se arengó a la militancia católica? Con viejas herramientas, oxidadas hace
tiempo pero que volvieron a barnizarse. Repasemos brevemente algunas:
- Catequesis retro: ser misericordiosos, solidarios, ir a
las periferias a hacer proselitismo religioso, es decir, evangelizar; ser
misioneros (el arcaico método que se aplicaba en “tierras de infieles”, aún
vigente), ser “atletas de Cristo” (frase copiada a los evangélicos), difundir
la fe católica “sin miedo”, salir de las parroquias, “nadar contracorriente”, léase,
defender a rajatabla la ideología elaborada por los obispos, fueron algunas de las
recomendaciones contenidas en el discurso papal. Todo ya visto.
Este
tipo de mensaje vacío de contenido trae a la memoria lo que el propio Ratzinger
pensaba de los teólogos, a quienes en 1968 comparaba con un payaso viejo: “Se
conoce lo que dice y se sabe también que sus ideas no tienen que ver con la
realidad. Se le puede escuchar confiado, sin temor al peligro de tener que
preocuparse seriamente por algo”. (2)
Esa
vieja catequesis también estuvo presente en las predicaciones llevadas a cabo
por numerosos obispos, entre los cuales puede destacarse, como ejemplo, la efectuada
por el polémico Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Alcalá de Henares, Madrid,
España, relativa a la sexualidad: “Usted me pregunta por las píldoras que
siendo anticonceptivas también tienen efectos abortivos. Debe entenderse que más
allá de los efectos o de los dinamismos llamados de barrera, como el
profiláctico o el condón, más allá de los que impiden la unión del óvulo y el
espermatozoide, todo sistema de anticoncepción químico, incluido el dispositivo
intrauterino, tiene efectos colaterales que pueden ser abortivos. Es decir que
esto no es simplemente la anticoncepción sino aborto.
La
mentira que nos venden es decir que uno es dueño de las fuentes de la vida y
por ello decide cuándo tener o no tener vida. O decir que uno es dueño de su
sexualidad y decide cuándo tener o no relaciones, simplemente con el
consentimiento del otro. Eso no es verdad. El dueño de la vida y sus fuentes es
Dios, no nosotros, y Él quiere que a través del amor del esposo y la esposa
hayan hijos e hijas de Dios cuyo destino es Dios mismo en el cielo y la gloria”
[…] “La anticoncepción y la salud reproductiva lo que quieren es promover la
reducción de los hijos de Dios” (3).
El
breve ejemplo, deja ver que nada nuevo existió en el adoctrinamiento y
catequesis llevados a cabo en las jornadas, y hasta resultan lógicos si se
tiene en cuenta la adscripción al integrismo religioso que tiene Bergoglio por
más “humo renovador” que quiera vender. La obsesión por controlar cuerpos y
violar conciencias de las personas sigue intacta.
- Misma estructura: si la catequesis ha sido la misma que ya
demostró su fracaso, también es similar el modelo de institución que se observó
en la realización de las jornadas: netamente clerical, jerárquico, vertical,
donde obispos y curas “pavonearon” su popularidad; con instalación de
confesionarios para seguir controlando qué piensan los católicos, con liturgias
repetitivas. El mismo absolutismo monárquico, aunque con cambio de estilo en el
rol papal.
Y
la misma impronta patriarcal. Salvo el párrafo que a modo de excepción pudo leerse,
dirigido al sector mayoritario dentro de la iglesia, es decir, a las mujeres, no
hubo ninguna novedad en cuanto a cómo puede mejorarse su participación, sobre
todo, en el legítimo derecho que tienen a tomar decisiones en los grandes
problemas que aquejan a la institución.
Como
nos recuerda el teólogo Juan José Tamayo “en el cristianismo primitivo las
mujeres gozaban de los mismos carismas que los varones y los desarrollaban en
el seno de las comunidades sin discriminación alguna. Algunas de las
comunidades fueron fundadas por mujeres: por ejemplo, la de Filipos, por Lidia”
(4).
El
problema en este punto va más allá de la imposición de la perspectiva
patriarcal ya que la discriminación hacia las mujeres está normativizada en el
Código Canónico.
Párrafo
aparte merecen dos menciones: al clericalismo, que a modo de reproche les formuló
a los obispos; y a los homosexuales.
El
primero, una autentica lacra institucional, principal causa del alejamiento de
la Iglesia Católica del cristianismo originario, lo enfocó al que se verifica
en el interior de las parroquias, con un laicado servil y obsecuente, y obispos
y curas “mandones”. En el caso del clero, el problema es que en los seminarios
son formados para “pastorear rebaños”, frase insultante si las hay. El
clericalismo que criticó es, precisamente, el que se observó en las Jornadas
Mundiales de la Juventud. Más de lo mismo.
Pero
eso es un reduccionismo. El clericalismo es un fenómeno mucho más amplio y
dañino que se manifiesta fuera de las iglesias, proyectándose hacia los planos
políticos, jurídicos y sociales. “En el clericalismo religión y política se
entrecruzan y la Iglesia se vale del Estado, o del poder político, para
reafirmar un sistema de poder eclesiástico, o el Estado, o el poder político,
se vale de la Iglesia para afianzar el sistema de gobierno o las situaciones
político-sociales”. (5)
Los
tres últimos documentos de la Conferencia Episcopal Argentina son una muestra
de auténtico clericalismo argentino, fomentado por un sector de la clase
política servil y obsecuente. Ponga el lector sus propios ejemplos.En cuanto a la referencia a los homosexuales, anunciada por los medios como algo “revolucionario”, no es más que lo dispuesto en el catecismo católico donde se sostiene que a los gays no hay que juzgarlos sino tratarlos caritativamente. Pero sigue la condena a los “actos homosexuales” calificados de “desviados”. Es como decir: “Te queremos, pero eres un enfermito”. La violencia doctrinal e institucional hacia este colectivo sigue vigente. Se le sumó un poco más de hipocresía.
- Mensaje social repetitivo: lo mismo puede decirse del mensaje
“social” que les dio a los jóvenes, y que algunos periodistas exultantes
calificaron de “provocador”.
La
“provocación” no fue otra que la vuelta a la ideología plasmada en documentos
de la década del 60, como los surgidos en el Concilio Vaticano II, con más de
cuarenta años de antigüedad. No hace falta decir los cambios políticos,
sociales, culturales, jurídicos y económicos que surgieron desde esa época
hasta nuestros días, la irrupción de nuevos actores políticos, sociales y
culturales; los nuevos derechos, sobre todo, los que tienen que ver con la
bioética, con la familia, la sexualidad y derechos reproductivos, los derechos
de las mujeres, para darnos cuenta que la visión social del Vaticano II, en
numerosos aspectos, ha caducado.
El
deja vu social pudo verse en la crónica del corresponsal de uno de los mayores
diarios nacionales, quien sostuvo que Bergoglio lanzó una “fórmula
sociopolítica” mediante la creación de una alianza entre jóvenes y viejos,
mezcla entre experiencia y vitalidad. Nada nuevo.
- Ausencia absoluta de
referencias a las víctimas de curas pederastas: el descomunal “elefante blanco” y uno de
los grandes motivos por los cuales renunció Benedicto XVI, estuvo
invisibilizado en las Jornadas Mundiales de la Juventud.
Quedó
demostrado que al clero cómplice y a la masa cobarde poco les importan los
miles de niños y niñas abusados y vejados, dándole prioridad a una “amnesia”
generalizada sobre el tema. ¿Habrán puesto en las “intenciones” de la eucaristía
a las víctimas del clero delincuente? ¿Se habrá rezado públicamente por ellos,
por su recuperación?
Podrá
argumentarse que Bergoglio continúa la política de “tolerancia cero” puesta en
marcha por uno de los mayores encubridores de curas pederastas, Benedicto XVI.
El problema es que las normas “nuevas” son un ruin maquillaje, ya advertido por
las organizaciones defensoras de víctimas abusadas. El mantenimiento del
“secreto pontificio” es una pequeña prueba.
La
“frutilla del postre” fue anunciar las próximas jornadas en Cracovia, todo un
símbolo, que recuerda a otro de los principales responsables de encubrir
abusadores con sotana: Juan Pablo II.
Los
breves ejemplos mencionados demuestran que en Brasil el objetivo primario se
cumplió (blanqueo del sepulcro), mientras que no hubo novedad alguna en el
mensaje estrictamente religioso.
Le
queda al papa argentino la descomunal tarea de las grandes reformas internas,
en cuento estructura, organización, funcionamiento, transparencia, ideología,
doctrina y dogmas, que en el país carioca no aparecieron ni por asomo.
2. El escenario secular y
laico
Toda
acción institucional emprendida por la Iglesia Católica en este tipo de eventos
tiene efectos en el accionar estatal, y Brasil no fue la excepción.
Los
gastos que al erario público demandó la visita del papa fue el principal foco
de conflicto y cuestionamiento teniendo en cuenta que la coyuntura económica y
social del país es de crisis, con numerosas protestas de los “indignados” que,
además de reclamar por el gasto público en la organización del mundial de
futbol y olimpíadas, también incluyeron los gastos por la seguridad del Jefe
del Estado vaticano, totalmente inoportunas.
Dichas
críticas fueron contestadas con el argumento que siempre aparece en los países
donde se organizan las jornadas: creación de puestos de empleo, e impacto
económico que “amortiza” el gasto público. Pura lógica capitalista.
Párrafo
aparte merecería el análisis de quiénes fueron los sponsors privados del papa.
Más de uno se llevaría una sorpresa, ya que dichas empresas privadas no se
caracterizan, precisamente, por la promoción de las clases marginadas.
Ningún
cambio existió en esto.
- ¿Nuevo horizonte en las
relaciones Estado-Iglesia?:
lo más jugoso estuvo en un discurso pronunciado ante las autoridades políticas
brasileñas donde pidió a los estados respeto a la libertad religiosa, valorando
el aporte de “las grandes tradiciones
religiosas” en la convivencia democrática, haciendo extensiva dicha valoración
a la laicidad del Estado.
Dijo
el papa: “Es imposible imaginar un futuro para la sociedad sin una incisiva
contribución de energías morales en una democracia que no sea inmune de
quedarse cerrada en la pura lógica de la representación de los intereses
establecidos”.
Señaló
que “es fundamental la contribución de las grandes tradiciones religiosas, que
desempeñan un papel fecundo de fermento en la vida social y de animación de la
democracia”.
“La
convivencia pacífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la
laicidad del Estado, que, sin asumir como propia ninguna posición confesional,
respeta y valora la presencia del factor religioso en la sociedad, favoreciendo
sus expresiones concretas”.
Finalizó
diciendo que “el diálogo es la única alternativa para lograr la unidad de los
pueblos”. (6)
Para
destacar en este punto: primero, la contribución de las religiones a la cultura
de los países es un hecho incuestionable.
Sin
embargo, es falsa la “contribución” del catolicismo a las democracias. En
Argentina, la Iglesia Católica avaló todos los golpes de estado y dictaduras
militares que ocurrieron desde 1930 hasta la de 1976/1983. En esta última, siendo
cómplices del robo de niños nacidos en centros clandestinos de detención,
permitiendo la desaparición y asesinato de sus propios cuadros “subversivos” (laicos
y religiosos), bajo el argumento de defender el “ser nacional” y la
“civilización occidental y cristiana”.
El
propio pensamiento episcopal sostiene que “La Iglesia respeta la legítima
autonomía del orden democrático; pero no posee título alguno para expresar
preferencias por una u otra solución institucional o constitucional, ni tiene
tampoco la tarea de valorar los programas políticos, si no es por sus
implicaciones religiosas y morales”. (7)
Esto
explica la histórica alianza clerical tanto con gobiernos dictatoriales, como
totalitarios (nazismo y fascismo). Y en su propia organización y funcionamiento
tampoco hay “fermento” democrático.
Segundo,
¿a qué “energía moral” se habrá referido Bergoglio? Por supuesto, a la moral
católica, la misma que fue usada como “caballito de batalla” en los últimos
documentos de la Conferencia Episcopal Argentina (firmados también por él),
donde se pretende que las leyes y políticas públicas del estado aconfesional se
sometan a la ley moral “natural” y “objetiva”, la que supuestamente ha dictado
su dios, y que debe imponerse sí o sí a todos los habitantes, avasallando
conciencias y formas de vida diversas. Es la continuidad del pensamiento
totalitario de Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Tercero,
el “guiño” a la laicidad del Estado la hace dentro de la ideología clerical
que, precisamente, da vuelta la noción de laicidad sujetándola a la religión,
es decir, a lo que dice el papa y los obispos. Esa es la “sana” laicidad. Una
vil trampa.
Si
realmente valorara la laicidad habría solicitado la denuncia del Concordato de
1966, la eliminación de las “asignaciones” mensuales que todos los argentinos
les pagan a los obispos católicos, como también todos los privilegios que
obtuvieron del genocida Videla.
Sumado
aquello, el respeto a la laicidad se consolidaría si la institución no se
entrometiera en las cuestiones de la sociedad civil siendo coherente con la
tradicional solicitud que siempre hace al Estado: que no intervenga en sus asuntos.
Eso significa valorar la laicidad. Ninguna novedad existió en este punto sino
más de lo mismo.
3. La esperanza católica
La
retahíla de gestos demagógicos, el cambio de estilo en el rol papal, las
incipientes instrucciones para reformar organismos obsoletos y corruptos (Curia
vaticana y el IOR), rumores de “levantamiento” de sanciones a teólogos
disidentes, permiten hablar a los sectores moderados y progresistas católicos
de “esperanza” en el plano interno, propio de la institución. El
conservadurismo y el extremismo están agazapados porque, o no digieren a los
jesuitas, o directamente no toleran a Bergoglio a quien consideran un hereje.
¿El
festival de gestos demagógicos se traducirá en políticas y documentos? Eso está
por verse. A priori, las libertades para los católicos siguen sometidas a la
férula de las sotanas, al clericalismo.
La
vieja catequesis (controlada por el clero), es el primer obstáculo que los
católicos deberán seguir sorteando para religarse con su dios. Dice Drewermann:
“… la Iglesia Católica enseña que no existe una inmediatez legítima en la
relación con Dios. Para religar al hombre y Dios, al hombre y el cielo, se
recurre, pues, a una jerarquía compleja que parte de Dios, pasa por el Espíritu
Santo, la madre de Dios, los arcángeles, los ángeles incluidos los ángeles de
la guarda, para llegar hasta los santos patronos y todos los demás santos. A
todo lo cual hay que añadir los méritos conseguidos por la Iglesia… Este
proceso celeste se prolonga en la tierra a través del papa y los obispos, a
continuación vienen los sacerdotes, los sacramentos, los lugares de
peregrinación, los tiempos especiales para la oración, los formularios para
rezar, las indulgencias, las donaciones pecuniarias… Sólo después de hacer
honor a todo esto, se podrá franquear el abismo que separa al hombre de Dios.
¿Hay
alguien que pueda imaginar que va a encontrar a Dios en medio de toda esta
acumulación de instancias?” (8)
El
desafío para Bergoglio es plasmar esa supuesta flexibilidad que mostró en
Brasil en el reconocimiento de una mayor libertad a los católicos observantes.
Pero eso tiene una contra: profundizaría la creciente “protestantización” que
ya ocurre entre sus fieles, muchos de los cuales son partidarios del
“cuentapropismo” espiritual.
Si
en las JMJ se vivió el deja vu de la no interpelación de los jóvenes a un papa,
si no hubo debate, ni tampoco “lío” (como pidió que sucediera en las diócesis),
ni cuestionamiento alguno a nivel doctrinal, dogmático y, sobre todo, pedido de
explicaciones ante el descomunal bochorno de los abusos sexuales del clero,
podría pensarse que la institución seguirá fomentando el infantilismo.
4. Balance: sepulcro
blanqueado, repetición de lo ya vivido, e interrogantes varios
Los
encuentros multitudinarios, los ánimos exultantes, los “tirones de orejas”, el
show mediático, la espiritualidad centrada en la experiencia emocional y los
buenos sentimientos, le alcanzaron a Bergoglio (y al poder vaticano), para
blanquear nuevamente el sepulcro.
La
dinámica, organización, discursos, catequesis, adoctrinamiento, y “buena onda”,
fueron un calco de lo vivido en jornadas juveniles pasadas. Otro deja vu cuyos
efectos, seguramente, ratificarán lo que los sociólogos vienen diciendo hace
tiempo: “llenar plazas no significa automáticamente sumar pertenencias al
grupo”. (9)
El
mensaje del papa argentino, una especie de espuma compuesta por palabras
bonitas y “cancheras” sobre diversos temas, demuestran, una vez más, la
formidable hipocresía que impregna el mundo clerical y vaticano.
Nos
cuenta Drewermann: “Con grandes alardes publicitarios se había organizado una
feria religiosa, de cuya celebración sus organizadores tuvieron sumo cuidado en
informar a todo el mundo. En el primer pabellón se daba cuenta de que Dios es
bueno, pero que sólo eligió un pueblo para hacerlo suyo. En el segundo
pabellón, se argumentaba que Dios es todo misericordia, pero que sólo comunicó
su mensaje a un hombre, a su profeta. En el tercer pabellón, se enseñaba que
Dios es indulgente, pero que sólo deja entrar en el cielo a los que son
miembros de la Iglesia. “¿Qué sabes de mí?”, le pregunta Dios al visitante al
final del recorrido. “Que eres limitado, cruel y fanático”, responde el
visitante. “Precisamente por eso no vine a esta feria - le contesta entonces
Dios -. No me interesan lo más mínimo las religiones. Lo que me preocupa es el
hombre”. (8)
Nosotros
agregamos: la autonomía del hombre, es decir, lo que catolicismo romano nunca
podrá entender, salvo que se convierta al cristianismo.
Notas
(1)
Citado por Matteo, Armando, Credos Posmodernos: de Vattimo a Galimberti, los
filósofos contemporáneos frente al cristianismo, Buenos Aires, Marea, 2007, p.
181.
(2)
Estrada, Juan Antonio, “Los conflictos teológicos en una sociedad moderna”, en
www.elpais.com/diario/2007/03/17/sociedad/1174086011_850215.html
(3)
Lea la mejor catequesis pro-vida y contra el aborto de la JMJ Río 2013 en
español, en www.aciprensa.com
(4)
Tamayo, Juan José, , Nuevo paradigma teológico, Madrid, Editorial Trotta, 2004,
p. 90.(5) Bada, Joan, Clericalismo y anticlericalismo, Madrid, B.A.C., 2002, P. 10.
(6) Link permanente: http://www.mdzol.com/nota/479921/
(7) N° 424, en www.vatican.va/.../rc_pc_justpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc...
(8)
Drewermann, Eugen, Dios inmediato, Madrid, Editorial Trotta, 199, p. 57.
(9) Mallimaci, Fortunato, Globalización y
modernidad católica: papado, nación católica y sectores populares, en Aurelio
Alonso (comp.), América Latina y el Caribe. Territorios religiosos y desafíos
para el diálogo, Buenos Aires, CLACSO, 2008.
(10) Op. cit. p. 57.