sábado, 10 de enero de 2015

LA RELIGIÓN COMO ENAJENACIÓN

Nuevamente la violencia religiosa islámica. Otra vez el asesinato en nombre de dios y contra las libertades laicas. De nuevo, justificada en el torpe argumento de “no ofender los sentimientos religiosos”. Otra vez, el terrorismo que no tiene ningún problema en presentar la imagen de un dios sangriento, el mismo al que le rezan los otros dos monoteísmos históricos.
No se equivocó Chiristopher Hitchens cuando sostuvo en un capítulo de su obra que la “religión mata”, relatando sus experiencias en ciudades como Belfast, Beirut y Belgrado, entre otras, donde se asesinaba por convicciones religiosas. “En Belfast he visto calles enteras quemadas por la batalla campal sectaria entre diferentes facciones cristianas…”. En Beirut… “el principal partido cristiano era en realidad una milicia católica denominada Falange…”; la cuestión en Belgrado (hasta la década de 1980, capital de Yugoslavia), se centraba “en la creación de un Estado títere de los nazis, centrado en Croacia, que gozaba del amparo del Vaticano y que con toda naturalidad trataba de exterminar a todos los judíos de la región, pero que también desarrolló una campaña de conversión obligatoria dirigida a la otra comunidad cristiana” (se refería a los cristianos ortodoxos, la mayoría serbios) (1).  
Ahora le tocó el turno a un semanario francés que utiliza el subgénero de la sátira como medio de expresar su crítica y disconformidad contra diversos aspectos del islam y sus dirigentes. Subgénero demoledor, sobre todo, en materia política. Y de nuevo, la violencia.
Desde varios puntos de vista puede hacerse el análisis del asesinato de los periodistas: la cuestión geopolítica del islam en Europa (y de las religiones en general); su influencia en las relaciones internacionales; cómo y por qué se benefician algunos líderes mundiales; el conflicto entre libertad religiosa y libertad de expresión; el problema del sentimiento religioso como obstáculo para el ejercicio de libertades esenciales. Hay otros, también vigentes, que interesan destacar brevemente.
1. La violencia “divina” en el ADN de los monoteísmos
De todos los escenarios culturales donde se desarrolla la existencia humana, el religioso es donde se observan y concentran casi todos los matices de la violencia: simbólica, física, psicológica, económica, institucional. Tremenda paradoja ya que, supuestamente, el mensaje que portan los credos busca la felicidad de los hombres. Y el sector más afectado, gracias al dios patriarcal, es el femenino. No en vano, los especialistas reiteran que los monoteísmos históricos han representado a las mujeres como santas, madres, putas o tontas.
Fue la activista y escritora Ayaan Hirsi Ali quien advirtió que las reformas al islam son falsas y “pronto se dio cuenta de que el problema era la fe en sí” (2). El proceso de “conversión” de la escritora hacia la no creencia fue doloroso. “No entendía que si Alá era realmente compasivo y omnipotente pudiera tolerar, y hasta exigir, que me pusiera detrás de mi hermano para rezar, y obedeciera sus caprichos, ni que los tribunales considerasen que mis declaraciones tenían intrínsecamente menos valor que las de él” (3).
Elección del futuro marido; mutilación genital; crueldad clerical; barbarie etnoreligiosa son algunas de las proyecciones de la violencia hacia las mujeres que sostienen no pocos sectores de aquella religión. Y lo que se observó en Francia no extrañó. El terrorismo utiliza el delito de blasfemia para manifestar su ira y “corregir” a los infieles, no importa si son varones, mujeres o niños.
La violencia religiosa tiene su fuente en los sistemas jurídicos que regulan las religiones, en particular, en el derecho divino, núcleo de los mismos. En el caso del islam la mediación humana es ínfima: las normas dictadas por Alá deben cumplirse. En el caso del catolicismo romano, por ejemplo, la mediación humana es central ya que sirve como medio de control y sojuzgamiento de las conciencias, y con un objetivo clave: la salvación. Así funcionan estas especies de sistemas jurídicos, sustancialmente, contrarias a derechos humanos.
Violentos no son sólo ciertos sectores del islam: el catolicismo romano conserva tanto en sus normas como en numerosos versículos de las sagradas escrituras pasajes que son un culto a la violencia en cualquiera de sus matices.
Pepe Rodríguez sistematizó, milimétricamente, los versículos de la biblia católica que relatan conductas y hechos violentos, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos, entre ellos: muerte violenta, apedrear, lapidar, degollar personas, acuchillar, matar a filo de espada; relatos de guerra, sean asedios, entregar Dios un ejército o pueblo a sus enemigos; exterminios masivos, aniquilamientos; expolio de bienes ajenos, saqueos, botines y apropiación de tierras y bienes de los pueblos vencidos en una batalla; esclavitud, sometimiento y compra-venta de personas; sentimientos y hechos violentos contra el prójimo, sea por venganza, desprecio, odio religioso, o cólera; violencia contra las mujeres sea mediante la violación, el concubinato, mujeres como botín, prostitución y asesinatos masivos (4).
Todo esto está vigente, y el argumento que exige no descontextualizar para una “sana” hermenéutica no pasa de ser una falacia. Quienes no descontextualizaron fueron - en cada período histórico - pasados a degüello, o llevados a la hoguera como infieles, herejes o apóstatas.
2. La violencia “profana”, imagen de dios y la espiral sin fin
Pero las religiones también sufren violencia, sea de parte de otras, como de sectores no religiosos. Es lo que ocurre con los cristianos en Extremo y Medio Oriente, donde son perseguidos y asesinados por sectores musulmanes, sobre todo, por el nuevo Estado Islámico cuyos fundamentalistas no les tiembla el pulso a la hora de asesinar en nombre de su religión.
La espiral violenta no cesa porque entra a tallar la imagen del dios que se defiende. Aquí se entra en un callejón sin salida porque las imágenes de la deidad creadas por los hombres son casi infinitas.
El dios de los monoteísmos, sobre todo el judeo-cristiano, tiene cientos de imágenes, todas utilizadas en beneficio de los intereses más diversos. Sino habría que preguntarles a los genocidas Hitler, Mussolini, Franco, Videla y Pinochet en qué dios creían y con qué religión tranzaron. Bush hijo llamó a luchar contra el “eje del mal”, en un discurso en clave religiosa/política y como respuesta a Bin Laden quien también “alabó” a su dios estrellando aviones contra dos rascacielos, con miles de muertos.
Hay otras imágenes: la del “pantocrátor”, el dios de los ejércitos utilizada hasta el hartazgo por las dictaduras militares latinoamericanas y que avaló el genocidio, la tortura y el robo de niños; el “dios del agujero”, en palabras del jesuita Carlos G. Vallés, aquél al que recurren los creyentes cuando sus vidas “se les va de las manos”. Está el dios de los hinduistas en sus tres modelos (dios de la devoción, de la negación y de la acción); está el no-dios del jainismo, y la cuenta sigue…
La imagen de dios que se tenga es elemento clave para explicar los actos de violencia, siempre en su defensa, contra los que hieren los sentimientos de los fieles. Curiosamente, la mayoría de ellas con componentes antropomórficos (como el dios del clero católico, creado a su imagen y semejanza, y cuyo primer ideólogo fue el misántropo Pablo de Tarso).
3. El sentimiento religioso y el “olvido” del papa Francisco
Además del fundamental factor geopolítico, el atentado contra Charlie Hebdo volvió a centrar la atención en la cuestión del sentimiento religioso y su oposición a la libertad de expresión. Fanáticos “ofendidos” no sólo aparecieron en tan lamentable atentado terrorista. Los encontramos a la vuelta de la esquina.
Es un hecho detectado por los sociólogos que en nuestra época la base de la experiencia religiosa sea lo emocional y lo sentimental. Aunque no es nuevo. Fue Bertrand Russell quien sostuvo que “no son los argumentos racionales sino las emociones las que hacen creer en la vida futura”. Mientras que Ludwig Feuerbach consideraba que “la esencia del cristianismo es la esencia del sentimiento. Es más agradable para el sentimiento ser pasivo que actuar, ser redimido y liberado por otro que liberarse a sí mismo; es más cómodo hacer depender la salvación de otra persona que de la fuerza de actividad de uno mismo” (5).
Ahora bien, que un grupo de personas se sienta “ofendido” por caricaturas basadas en la sátira como subgénero contra un profeta religioso ¿justifica matar a los “ofensores”?
En nuestro país la violencia de los ofendidos tuvo respuestas diversas, dependiendo de los casos. Célebre fue el de “Ekmekdjian”, jurista que se sintió agraviado por las palabras de un escritor hacia una virgen católica. Los casos más comunes - y que aparecen cíclicamente - son los que lleva a cabo el integrismo católico cada vez que una muestra artística no es “políticamente correcta”.
Paradigma de ello fue la muestra retrospectiva del artista León Ferrari en Buenos Aires en 2004. En esa circunstancia, el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, se levantó en contra de la muestra (con similar “sentimiento” que el grupo islámico de París), en contra de la libertad de expresión y sostuvo: “Hoy me dirijo a ustedes muy dolido por la blasfemia que es perpetrada en el Centro Cultural Recoleta con motivo de una exposición plástica. También me apena que este evento sea realizado en un Centro Cultural que se sostiene con el dinero que el pueblo cristiano y personas de buena voluntad aportan con sus impuestos", añadió el purpurado. Y exhortó a que "frente a esta blasfemia que avergüenza a nuestra ciudad, todos unidos hagamos un acto de reparación y petición de perdón el próximo 7 de diciembre", vísperas del Día de la Inmaculada Concepción” (6).
Once años después, como papa Francisco, salió a condenar como “execrable” el asesinato de periodistas de Charlie Hebdo, pero se “olvidó” de condenar, también, el atentado contra la libertad de expresión. Coherencia clerical en estado puro.
4. Monoteísmo, dios absurdo y enajenación
El caso Charlie Hebdo, lamentablemente, no será el último. El terrorismo religioso de base monoteísta, no descansa, ni Europa, ni en América.
“Hasta ahora la religión siempre había sobrevivido a las religiones”, decía Georg Simmel. En pleno siglo XXI sigue matando, los cuerpos, las mentes, el espíritu, en nombre de la imagen de una deidad creada por los hombres. El vínculo con esa imagen que se considera sagrada es la que crea el “sentimiento”… y es lo que también lleva a matar.
En nombre de un dios absurdo y sanguinario - que sigue presente en las escrituras “sagradas” - el terrorismo de cualquier credo sigue matando libertades - demasiadas -; su dios - cualquier dios -, así lo pide.
“Parece que la idea es que debería buscar una religión mejor y más humana que el islam en vez de refugiarme en la incredulidad”, decía Ayaan Hirsi Ali. Pero rápidamente cayó en la cuenta que la enajenación la iba a encontrar en cualquiera que buscara: “¿Una religión de serpientes que hablan y jardines celestiales? […] La postura cristiana ante el fuego del infierno parece menos dramática que la visión musulmana con la que he crecido, pero el pensamiento mágico cristiano no me atrae más que los ángeles y djinns de mi abuela” (7).
En definitiva, la joven optó por la libertad en vez de una “escatología de locos, con su pulsión de muerte y su profundo desprecio de la actividad mental” (Hitchens); optó por el único mundo que tenemos, en vez de una “dictadura celestial” que el terrorismo religioso no se cansa de proclamar.

Notas
(1) Hitchens, Christopher, dios no es bueno, 1º ed., Bs. As., Debate, 2008.
(2) Hitchens, Christopher, Dios no existe, Buenos Aires, Debate, 2009, p. 643.
(3) Op. cit., p. 644
(4) Rodríguez, Pepe, Mentiras fundamentales dela Iglesia Católica, Barcelona, Ediciones B, 2011, p. 82.
(5) “La esencia del cristianismo”, en www.enxarxa.com/.../FEUERBACH%20La%20esencia%20del%20cristia...
(6) “La Iglesia advirtió que la muestra de Ferrari "es una blasfemia", en http://www.lanacion.com.ar/659247-la-iglesia-advirtio-que...
(7) Hitchens, op. cit. p. 647