domingo, 24 de noviembre de 2013

EL ESPÍRITU DE TARTUFO EN LA IGLESIA DE FRANCISCO

Desde que fue electo, el papa argentino es noticia por sus “revolucionarias” declaraciones sobre diversos aspectos que atañen a la sociedad secularizada y, sobre todo, a la institución que dirige. Proyectos de reformas en la estructura vaticana, cambios en su entidad financiera y supuesta apertura en el pensamiento, es lo que destacan los medios de comunicación. Sus apologistas hablan de “revolución cultural”. 

La cuasi implosión de la iglesia católica fue causa no sólo de un hecho histórico (la renuncia de Benedicto XVI porque “no le daban las fuerzas”), sino que impulsó de inmediato un objetivo liminar de dicha corporación religiosa: “proteger a como dé lugar la imagen pública de la institución”, en palabras de Jorge Erdely. Dicho en el lenguaje del periodismo confesional: “sacar a la iglesia del ojo de la tormenta”. Cambio de imagen.
La acérrima defensa de la institución, cuya milenaria existencia el clero la explica mediante un mito devenido en dogma, trae a la memoria lo que Pierre Bourdieu denominó “capital simbólico”, y que Elio Masferrer formula así: “menos capital simbólico equivale a menos credibilidad y menos influencia política y social”. (1)

Hasta ahora, Bergoglio viene trabajando para cumplir ese objetivo prioritario a través de un show mediático de gestos demagógicos, para todos los gustos y edades, lo que llevó a algunos periodistas a llamarlo el “gran gesticulador”. (2)
Tartufo nuevamente a escena

Pero el cambio de imagen y la demagogia son una máscara. Mientras los ingenuos, crédulos e idólatras de la figura papal siguen encandilados por tanto fuego artificial con olor a incienso, el espíritu del personaje de Molière vuelve al escenario.
Los exégetas papales lo anuncian con bombos y platillos: “Porque la revolución que se propuso es si se quiere cultural, fundamentalmente actitudinal. O sea, dejar atrás un extendido espíritu inquisitorial, culposo, triste y reglamentarista (léase un catálogo de prohibiciones) del catolicismo, macerado durante siglos, para colocar en el centro la esencia del Evangelio: el amor, y así privilegiar la cercanía a la gente y la comprensión” […] “Y haciendo, en fin, que la Iglesia sea una acogedora casa de todos. Pero para ello no traiciona las creencias y preceptos, sino que cambia el orden de prelación: Primero el Evangelio, después la doctrina y, finalmente, las normas morales. Y todo sin juzgar, sino buscando comprender y perdonar” […] "No podemos seguir insistiendo sólo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible". Y redondea: "Ya conocemos la opinión de la Iglesia (…) y no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar". (3)

Veamos: “Primero el Evangelio”, es decir, el mensaje que la iglesia católica ha manipulado históricamente en defensa de los intereses clericales; “después la doctrina”, léase la ideología católica, elaborada sólo por obispos y papas, absolutamente alejados de la realidad de mujeres y varones, con pretensiones de ser impuesta a través de las leyes civiles como es el caso de la Argentina; “finalmente, las normas morales”, contenidas en la llamada “ley moral natural”, rechazada por la mayoría de bautizados, también con ínfulas de convertirla en fuente de las leyes laicas, cuyo principal efecto no es otro que infantilizar personas, obligadas a satisfacer al neurótico dios católico.
Es decir, detrás de la demagogia papal lo que hay es más de lo mismo, pero maquillado con “buena onda” e impronta criolla. Evangelio, doctrina y normas morales siguen vigentes porque como el propio Bergoglio sostuvo, “Ya conocemos la opinión de la Iglesia (…) y no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar”.

Corrobora lo que sostenemos la opinión del relator general del sínodo extraordinario de 2014 sobre la familia, cardenal Peter Erdo, arzobispo de Budapest, quien respecto a las cuestiones de familia y matrimonio religioso advirtió que dicha asamblea no debe entenderse para "cambiar la doctrina católica sino la manera de encarar esas situaciones". (4)
Detrás de la aparente actitud piadosa, comprensiva y misericordiosa, está el crudo, inhumano y discriminatorio pensamiento de la institución, la ideología episcopal, la que no se ha modificado ni un milímetro, oculta en los discursos papales (por ahora). Al decir de Eugen Drewermann “piedad de funcionario” en estado puro.

La ideología detrás de la máscara
Nunca como ahora, se destaca el carácter ideológico del pensamiento episcopal, inactual y caduco, por los incontables cambios sociales. Puede apreciarse en las 38 preguntas que el Vaticano envió a las Conferencias Episcopales sobre familia y matrimonio, publicitadas por los medios como algo “histórico”, cuando es práctica común de la institución antes de cualquier Sínodo.

El maquillaje demagogo no ha rozado siquiera la cuestión ideológica que no tiene cambios, y difícilmente los tenga ya que hay un obstáculo insalvable: el pensamiento del ideólogo mayor del catolicismo y fundador intelectual: Pablo de Tarso, inventor del concepto de Cristo, en palabras de Michel Onfray.
“Pablo se adueña del personaje conceptual, lo viste y lo provee de ideas” […] “Me complazco en las debilidades, en los oprobios, en las necesidades, en las persecuciones y en las angustias por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. Reconocimiento de la lógica de compensación en la que se encuentra inmerso el histérico en el camino de Damasco. A partir del deterioro de su fisiología, Pablo milita en un mundo que se le parezca.

El odio a sí mismo se transformó en un intenso odio al mundo y a lo que constituía su interés: la vida, el amor, el deseo, el placer, las sensaciones, el cuerpo, la carne, la alegría, la libertad, la independencia, y la autonomía. El masoquismo de Pablo no es ningún misterio. Sometió su vida entera a las penurias”. (5)
¿Cómo hará Francisco para eliminar la principal fuente de pensamiento del catolicismo?

Tartufo: inspirador de los obispos argentinos
Dejar atrás el “espíritu inquisitorial, culposo, triste y reglamentarista… para colocar en el centro la esencia del Evangelio: el amor, y así privilegiar la cercanía a la gente y la comprensión”, es un mensaje “pour la gallerie”, para hacer atractiva a la institución religiosa y que vuelvan los que se fueron. Si el comportamiento “a lo Tartufo” se mantuviera dentro del mundo católico sería sólo una cuestión a resolver por ese colectivo.

El problema es que la actitud impostora del personaje de Molière sale de la institución, se proyecta a la sociedad secularizada, y pretende tener influencia en políticas públicas y normas jurídicas de los países, convirtiendo a su “evangelio, doctrina y normas morales” en fuente de las leyes. Es lo que ocurrió días pasados con el lobby de la Conferencia Episcopal Argentina respecto a la Reforma del Código Civil.
Detrás de la máscara construida por Francisco siguen estando los documentos que en 2012 elaboraron para defender “los principios y valores que hacen a nuestra vida e identidad”, el tristemente famoso “ser nacional católico”.

Los émulos del personaje teatral que trabajan en el parlamento argentino cumplieron a la perfección las instrucciones del Vaticano contenidas en la “Nota Doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política” - no derogada por Francisco -, que sostienen: “… debe ser salvaguardada la tutela y la promoción de la familia, fundada en el matrimonio monogámico entre personas de sexo opuesto y protegida en su unidad y estabilidad, frente a las leyes modernas sobre el divorcio. A la familia no pueden ser jurídicamente equiparadas otras formas de convivencia, ni éstas pueden recibir, en cuánto tales, reconocimiento legal”. (6)
Se leyó bien: “A la familia [católica] no pueden ser jurídicamente equiparadas otras formas de convivencia, ni éstas pueden recibir, en cuánto tales, reconocimiento legal”. Aplíquese esta instrucción a otras cuestiones de familia tratadas en el proyecto (fertilización asistida, divorcio, matrimonio igualitario, etc.).

Con una desfachatez total la oligarquía clerical ordena a sus huestes que impongan a todos los ciudadanos argentinos un pensamiento que ni sus propios miembros adhieren. Con su tosca insolencia convierten a legisladores electos por el pueblo argentino en representantes del papa católico. Atropellan el poder político de un estado soberano y le imponen su fraudulento poder religioso. Pretenden que los intereses del último monarca absoluto del planeta estén sobre los intereses de la Nación.
Dice Bergoglio: "No podemos seguir insistiendo sólo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. Es imposible". Y redondea: "Ya conocemos la opinión de la Iglesia (…) y no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar". Pero la mentira tiene patas cortas, y quedó en evidencia en el Congreso de la Nación.

Así como Tartufo dividió a la familia de Orgón, los obispos católicos dividen a la sociedad argentina.
Migajas clericales, modelo hipócrita

La “revolución cultural” en palabras de los exegetas bergoglianos, cuya última novedad es el Sínodo de los Obispos sobre la Familia 2014 precedido de una encuesta “revolucionaria”, son sólo migajas que el clero le concede al laicado. Este colectivo sigue siendo un rebaño obediente y despersonalizado, confirmando el pensamiento de Pío X para quien «Solamente el colegio de los pastores tiene el derecho y la autoridad de dirigir y gobernar; la masa no tiene ningún derecho a no ser el de dejarse gobernar cual rebaño obediente que sigue a su pastor». Y a la masa, se la entretiene con demagogia mientras se la sigue insultando con la doctrina.

A pesar de los halagos, la “buena onda”, y los gestos “buenos”, el modelo institucional seguirá siendo netamente clerical por la sencilla razón que una oligarquía no resigna poder, mucho menos, ante quienes son calificados por el Código de Derecho Canónico como “súbditos”.
Toda la estructura institucional está armada para fomentar la manipulación de la conciencia de los sujetos. No hay en el discurso de Bergoglio una sola letra que promueva la autonomía de la conciencia. La institución continuará funcionando por sobre y hasta en detrimento de los derechos subjetivos de las personas.

Para que hubiera un cambio sincero y auténtico, el catolicismo romano debería volver al cristianismo que abandonó en el siglo IV dC, punto de partida de su constante política de prostitución con gobiernos de todos los signos, en particular, con los dictatoriales, de los que recibió no pocas prebendas.
“… que la Iglesia sea una acogedora casa de todos” […]  sin juzgar, sino buscando comprender y perdonar” […] pero sin traicionar “las creencias y preceptos”.

La farsa de Tartufo no podría estar mejor interpretada.

Carlos Lombardi.

Notas
(1) Erdely, Jorge, Pastores que abusan, en www. es.scribd.com/doc/173517739/Pastores-Que-Abusan-169124717

(2) Caparrós, Martín, “Dura columna de Caparrós: el papa es "manipulador" y "peronista”, en http://www.mdzol.com/nota/499586/
(3) Rubín, Sergio, “El mensaje del Papa Francisco provoca una revolución cultural”, en www.clarin.com/.../mensaje-Papa-provoca-revolucion-cultural_0_99770...

(4) http://www.losandes.com.ar/notas/2013/11/6/papa-divulgo-cuestionario-para-conocer-familia-moderna-748612.asp

(5) Onfray, Michel, Tratado de Ateología, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 2005, p. 159.
(6) www.vatican.va/.../rc_con_cfaith_doc_20021124