El
factor religioso irrumpe nuevamente en la vida política de nuestro país. Esta
vez, de la mano de un proyecto de libertad religiosa enviado por el oficialismo
al Congreso de la Nación y un planteo de inconstitucionalidad presentado ante
la Corte Suprema de Justicia de la Nación, ya que en la provincia de Salta se
enseña religión católica en las escuelas públicas, gratuitas y laicas. Haremos
foco en la segunda cuestión.
Tal
vez se piense que el debate es anacrónico y antiguo, o que la cuestión fue
resuelta hace tiempo por el gobierno de Julio A. Roca a través de la ley 1420 y
que los demonios confesionales ya no
mortificarían más a la sociedad secular y sus libertades. No es el caso de
nuestro país.
1. Salta, la linda y clerical
La
cuestión salteña obtuvo dos pronunciamientos disímiles: el de la Sala III de la
Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial, y el del máximo Tribunal de
justicia de la provincia. Este último fue el que avaló la enseñanza de religión
en las escuelas públicas y que fue impugnado de inconstitucional por un grupo
de padres no creyentes.
Como sostuvimos
oportunamente[1],
el Estado del noroeste argentino parece ser tierra fértil para el integrismo
religioso, es decir, para aquel sector de creyentes que conforme los
caracteriza Umberto Eco, presionan para que sus dogmas y doctrinas sean el
molde de la vida política, social, y fuente de las leyes.
Esa tendencia extrema e
impositiva de religiosidad se ha visto plasmada en políticas públicas de la
provincia norteña, en el caso que nos ocupa, en la Ley Provincial de Educación
N° 7546 cuyo artículo 27 inciso ñ establece como uno de los objetivos de la
educación primaria en la provincia el de “brindar
enseñanza religiosa, la cual integra los planes de estudio y se imparte dentro
de los horarios de clase, atendiendo a la creencia de los padres y tutores
quienes deciden sobre la participación de sus hijos o pupilos. Los contenidos y
la habilitación docente requerirán el aval de la respectiva autoridad
religiosa”.
Las observaciones - a
priori - de la norma permiten señalar, en primer lugar, que la autoridad
escolar considera que es positiva la enseñanza de religión, soslayando el
oscuro y violento pasado de muchas de ellas, sobre todo de las que “en nombre de Dios” mataron y asesinaron
a miles de personas, precisamente, por no aceptar ni creer su fe y dogmas[2]
La
segunda cuestión a observar, es que la materia religión forma parte del plan de
estudios junto a las ciencias que se imparten en el sistema primario, con la
debida adecuación a niños de corta edad. Surge acá el error de colocar a lo
pseudocientífico e indemostrable, junto a las ciencias y al conocimiento.
La tercera observación,
es que se justifica la enseñanza religiosa en el derecho de los padres y
tutores a imponer a sus hijos y pupilos sus convicciones religiosas, derecho
relativo y cuestionable si los hay. Se
suma a ello un prejuicio: considerar que todos los padres tienen creencias
religiosas (y las practican), cuando el fenómeno que se observa en la realidad
argentina y mundial es el contrario: la mayoría de los ciudadanos/as no
practican religión alguna, es decir, son indiferentes al fenómeno religioso,
Salta incluida.
Finalmente, permitir que
la autoridad religiosa (obispos, pastores, imanes, rabinos), sean quienes fijan
los contenidos de la materia y otorgan el aval para que los docentes tengan
habilitación es una flagrante violación al sistema representativo y
republicano.
La
respuesta del máximo tribunal de justicia salteño no extrañó: convalidó la
enseñanza religiosa en las escuelas públicas. Así llegó la cuestión a la Corte
nacional que decidió abrir el debate a la ciudadanía y actores de ambos
sectores (laicos y clericales), mediante audiencias públicas.
2. El oficialismo y su impronta
confesional
El
debate que se desarrolla en Poder Judicial Federal viene precedido por
declaraciones del ex ministro de educación de la Nación, Esteban Bullrich.
Sostuvo el funcionario: “vendría muy bien
que todas las religiones tengan su espacio en las escuelas” […] “Por más que soy católico, trato de ser un
apóstol y buen discípulo, sí creo que en las escuelas debemos enseñar otras
religiones también, que también tienen lecciones para aprender”[3]
No
son casuales las declaraciones del ex ministro. Católico confeso, es un
exponente de la clericalizada clase
política argentina, sobre todo, por la sombra que el papa Francisco ejerce
sobre numerosos asuntos públicos de la república y la influencia en no pocos
dirigentes.
Es
que si bien el monarca teocrático se ha mostrado contrario al clericalismo
dentro de su institución[4], en la vida política lo
fomenta. Ejemplo de ello es la organización de congresos mundiales sobre medio
ambiente, seguridad, trata de personas, justicia, sumados a la labor de su ONG
preferida - Scholas Occurrentes- , fundación
que vincula a escuelas de todo el mundo con el nombre del Papa como bandera. Se
suma el alineamiento de vastos sectores de la dirigencia política en el sentido
amplio del término[5]
El
contexto, más la actitud del ex ministro Bullrich (que antepone su religión a
la gestión laica de la cosa pública, que es de todos los ciudadanos, sean
religiosos o no), explican esta - por ahora - pretensión del oficialismo de
volver al pasado, incorporando la religión como materia en la currícula de las
escuelas públicas.
3. ¿Batalla final?
Afortunadamente,
razones electorales hicieron que el referido ministro dejara la cartera de
educación y fuera suplantado por otro (Alejandro Finocchiaro), quien se
pronunció a favor de la laicidad en las escuelas públicas.
Sin
perjuicio de ello, los abanderados del dogmatismo nunca descansan. Según las
épocas tendrán mayor o menor éxito en su influencia en la arena pública.
La
educación siempre ha sido un escenario codiciado ya que necesitan del aparato
del estado para adoctrinar e inocular lo que en sus propios espacios no pueden
hacer. Es que sus propios cuadros – los bautizados – ya no creen en dogmas, ni
aceptan doctrinas, ni cumplen sus mandatos morales.
No
hay descanso en la lucha por la autonomía del hombre y por su emancipación de
las cadenas del dogmatismo y la sumisión intelectual.
Será
pues la firmeza de la clase dirigente en la defensa de las libertades laicas,
valores republicanos y principios del estado constitucional de derecho los que
permitirán que el futuro de la educación pública sea promisorio.
Enseñar
religión en la escuela pública no lo garantiza.
Carlos Lombardi
Abogado
Prof. de Derecho Constitucional
UNCuyo - Mendoza
[1] Educación religiosa en escuelas públicas de Salta ¿Necesidad o
imposición?, Suplemento La Ley, Constitucional, agosto 2013, N° 5, p. 63 y ss.
[2] El teólogo suizo Hans Küng, haciendo referencia al fenómeno de la
violencia religiosa, tiene acuñada una fórmula: “No habrá paz entre las naciones, sin paz entre las religiones”.
[3] “Esteban Bullrich, a favor de que todas las religiones tengan su
espacio en la educación”, en http://www.telam.com.ar/notas/201704/186699-esteban-bullrich-espacio-todas-las-religiones-educcaion.html
[4] “Papa Francisco advierte: El clericalismo es un grave peligro para la
Iglesia”, en https://www.aciprensa.com/noticias/el-papa-advierte-que-el-clericalismo-es-una-grave-peligro-para-la-iglesia-40242/.
Sostuvo: “Uno de los peligros más graves,
más fuertes de la Iglesia de hoy es el clericalismo” dijo a los religiosos.
Así, los animó a trabajar “con los laicos”: que sean ellos los que vayan
adelante, los que tengan la valentía de ir adelante, y vosotros sostenedles y
ayudadles como sacerdotes, como religiosos”.
[5] Exponente del fenómeno
son “Los Laudatos”, una cofradía integrada por políticos, empresarios y sindicalistas
argentinos quienes se reúnen en secreto y han elaborado un documento denominado
"El Modelo Argentino", basado en los postulados de la encíclica papal
"Laudato Si".